Héroe de mil batallas, compañero fiel de toda mi infancia, orgullo inquebrantable, tesón siempre sostenido, todo eso y toda la grandeza lo eres tu mi fiel compañero.
Te he visto bregar por la vida con todo el ímpetu que te caracteriza, jamás te me doblaste cuando tenía que cumplir con ciertas citas, siempre fiel, siempre leal, por causa mía sufriste enfermedades, pero era lógico que yo jamás te dejaba solo, siempre te atendía y te daba lo necesario para que siguieras fuerte y sano.
Jamás tuviste límites, nunca te puse un freno, siempre rebelde, siempre erguido, atento a los reclamos de tu amigo para poder hacer un buen papel. Nunca oí de ti un quejido, un reproche o un acto de rebeldía que me hiciera suponer que ya estabas harto de mí, porque fuiste consecuente y quizás un poco alcahuete, pero, como dicen los chavos de hoy, “siempre aguantaste vara”.
Hoy que han pasado los años, hoy que te veo un tanto cargado del costal del tiempo, siento que abuse mucho de ti, y nunca fui para darte un agradecimiento, porque te lo reconozco, creciste a la par mía, a la forma tan mezquina que siempre he tenido, no dejo de lamentarme que quizás te hice madurar a muy temprana edad, cuando tu eras solo un polluelo y necesitabas tener otra clase de diversiones, pero no, ahí estaba mi terquedad para que hicieras lo que a mí me satisfacía, lo que me daba un gran gozo y alegría a todo mi cuerpo.
Siempre de mis extravagancias, salías derrotado todo golpeado y amedrentado por tener que estar en lugares tan inhóspitos en los cuales te hacía entrar, pero jamás te rebelaste, seguías el curso de mis instintos y de mis pasiones tan desbordadas.
Hoy que mi cuerpo necesita reposo, que los años me han vuelto más prudente y cauteloso, hoy que mi pelo se ha llenado de esa riqueza plateada, que mis manos poco a poco se van encogiendo, que en ellas aparecen las primeras pecas, que mi andar se esta volviendo un poco lento, que algunas enfermedades me rondan como pretendientes, hoy que mi rostro se ha transformado, regreso mi vista hacía ti, y, veo con mucho asombro que tal parece que en ti, los años no han pasado, sigues igual de jovial, igual de atrevido aunque con un poco de retardo en tu accionar y en tu actuar, pero desafortunadamente sigues complaciéndome.
No puedo más que agradecerte por todos los años que me has dado felicidad, que me has llenado de tanta emoción y cosquilleo dentro de mi cuerpo, que junto hemos andado por ese sendero que se llama la vida, y de la cual tu me diste lo mejor que yo podría haber recibido, que has sido la sangre de mi sangre, carne de mi carne, ferviente latido de mis sentimientos desbordados, hoy, con todo mi amor y de corazón de te lo digo, GRACIAS MI QUERIDO PENE.