viernes, 21 de marzo de 2014

CRISTO CAMBIO MI VIDA.

Yo estaba equivocado en mi manera de vivir hasta que un día tropecé, caí y besé la tierra, fue cuando me di cuenta que el orgullo, la pedantería y la soberbia nunca permanecen de pie, Dios me mandó la señal de que la altivez se tiene que doblegar con la humildad. Estando en el suelo, me percaté de la grandeza de las hormigas al buscar y llevar su comida la cual en ocasiones supera más del doble el peso de su cuerpo, ellas no se vanaglorian de esta hazaña.

Jesucristo cambió mi vida, permutó como la veleta con el viento, creía que por tenerlo casi todo yo era lo máximo, sin darme cuenta que el interior de mi cuerpo estaba vacío, totalmente hueco, mi corazón sin ninguna esperanza de sentir la felicidad, su mismo color de sangre denotaba la falta de un amor, porque yo mismo se lo negaba, me resistía a abrir su válvula para que sintiera el calor de ese sentimiento.

El tiempo transcurrió, pero mi mente permanecía estacionada en lo material, en querer atesorar riquezas y bienes materiales, olvidando que estos se quedan cuando se llega el momento de morir, mi vida sentimental la tenía rezagada, totalmente olvidada. Años atrás había tenido una relación de pareja, pero me faltó reconocer lo que esa mujer significaba en mi hogar y en mi vida, jamás le di los meritos suficientes para hacerla sentirse importante en mi relación marital, lo tome como si fuera su obligación atenderme, sin poder percatarme que todo lo hacía por el gran amor que me tenía y lógicamente ante mi total indiferencia, ella me abandonó.

Con su ausencia comprendí cuanta falta me hacía, que para vivir ya era un inútil, me había acostumbrado a que ella todo me lo daba en la mano, para vestirme, para comer, incluso hasta para mi aseo personal, fueron momentos en que sentía que me volvía loco, mi casa se sentía sola asustaba su soledad, la cama se me hacía muy grande, las sabanas me estorbaban y la almohada me sofocaba, faltaba ella, no concebía pasar la noche con la ausencia de su cuerpo, me faltaba ella, para abrazarla, para que me ofreciera la seguridad ya que la oscuridad me atemorizaba.

Cuando en el paroxismo de mi desesperación, corrí a refugiarme en los brazos de mi religión, el Señor Todopoderoso me brindo su calor protegiéndome en su manto de amor, haciéndome sentir que no estaba solo, de su Madre escuché esas palabras que con mucho amor le expresó: ¿ Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre? No temas ni te inquietes.

Hoy con la serenidad en mis actos, con mi cuerpo totalmente tranquilizado, espero con una gran ansiedad un nuevo día, para vivirlo con la dinámica que la ley divina nos impone, con esta experiencia adquirida, he de saber valorar a quien vaya a estar a mi lado, sabré amarla con toda la capacidad de la que esté dotado, aplicaré mis sentimientos sinceros, sabré recompensar todo el amor que me entregue, porque gracias a este tropiezo, gracias a que pude levantarme, hoy puedo expresar con total humildad. JESUCRISTO CAMBIO MI VIDA.

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