jueves, 20 de septiembre de 2012

NO SOY DE AQUÍ, NI SOY DE ALLÁ

Me gustan los que se callan y me gustan los que cantan, y de tanto andar conmigo me gusta lo que me pasa. Me pasan cosas como estas...Aunque no tenga importancia andar contándole a todos todas las cosas que pasan. Porque uno no vive solo y lo que a uno le pasa le está sucediendo al mundo; única razón y causa. Pues todito es tan perfecto, porque perfecto es Dios, que se mueve alguna estrella cuando arranco una flor. Por eso si hay uno... hay dos. Supe del diablo la noche que al hambriento dije "No" también esa noche supe que el diablo es hijo de Dios. Ando solo por la vida con un tono y dominante modestamente cantor sin pretensión de enseñar. Porque si el mundo es redondo, no sé que es ir adelante. Andar y andar siempre andando nada más que por andar. No vine a explicar al mundo, solo vine a tocar. No quiero juzgar al hombre, al hombre quiero contar. Mi condición es la vida y mi camino cantar cantar y contar la vida, es mi manera de andar. Un día llegue a Tandil y conocí a un anciano, que a falta de inteligencia, se le dio por ser muy sabio. Le pregunte por Jesús una noche al lindo viejo, y ahí mismo lo conocí; cuando me alcanzo un espejo. Yo bailo con mi canción y no con la que me tocan, yo no soy la libertad; pero si el que la provoca. Si ya conozco el camino, pa que he de andar al costado, si la libertad me gusta, pa que a de vivir de esclavo. Elegir yo siempre elijo, más que por mí, por mi hermano y si he elegido ser águila, fue por amor al gusano. Prefiero seguir a pie y no en caballo prestado, alguien por una manzana pa siempre quedó endeudado. Siempre se llega primero el que va mas descargado. El día que yo me muera no abra que usar la balanza, pues pa velar a un cantor con una milonga alcanza. Doy la cara al enemigo, la espalda al buen comentario, porque si acepta un halago empieza a ser dominado. El hombre le hace caricias al caballo, pa montarlo. Perdón si me propase y me puse moralejo nadie puede dar consejos, no hay hombre que sea tan viejo. Me pongo el sol al hombro y el mundo es amarillo. Me gusta andar, pero no sigo el camino, pues lo seguro ya no tiene misterio, me gusta ir con el verano, muy lejos, pero volver donde mi madre en invierno y ver los perros que jamás me olvidaron y los caballos... y los abrazos que me dan mis hermanos. Me gusta, me gusta. Y ser feliz es mi color de identidad. Hay una sola religión, el amor, hay un solo lenguaje, en el corazón, hay una sola raza, la humanidad, hay un solo Dios y está en todas partes.

miércoles, 2 de mayo de 2012

UN LOCO ENAMORADO.
Quiero decir que no te extraño pero no puedo, deseo por sobre todas las cosas ser indiferente a la indiferencia tuya que tanto me lastima. intentento separar tu recuerdo de mi vida y tu voz que siempre me acompaña. olvidar que compartimos tantos momentos tantos sin sabores y tantas alegrias, le exijo al corazon que no te llame y a mi sangre que no te necesite tanto como mis labios necesitan el besarte. quiero imaginar tantas cosas pero no puedo. 

ni deseo que perdones mi error ni mi pecado ni tampoco que regreses por lastima o pensando que a mi me has lastimado. 

solamente quiero pedirte algo, que me digas tus razones y te propongas a escuchar las mias que tratemos de recomenzar lo nuestro o si tu lo prefiertes guardar nuestra historia para siempre...............para siempre en el pasado

jueves, 1 de marzo de 2012

¿POR QUE ESCRIBO?

¿POR QUÉ ESCRIBO?

Félix Romeo

Escribo porque soy diferente.

Escribo para ser diferente.

Empecé a escribir porque era diferente. Empecé a escribir porque quería ser diferente. Nadie quería ser escritor cuando yo decidí ser escritor. Recuerdo a un niño que quería ser dentista y a otro que quería ser mecánico. Tenía doce años. No conocía a ningún escritor. Nunca había hablado con un escritor. Había leído a Rimbaud. Había leído una biografía de Rimbaud. Había leído los manifiestos dadaístas y El hombre aproximativo de Tristan Tzara. Siempre había leído.
Había leído los libros de Enid Blyton. Había leído los siete secretos y los cinco. Había leído otros libros que no eran de Enid Blyton pero lo parecían, como los de los tres investigadores.

Y, antes de que supiera leer, mi madre me leía cuentos y me contaba historias que yo entendía a medias: historias de su pueblo, Castejón de Tornos, Teruel, junto a la Laguna de Gallocanta, que para mí estaba tan lejano como Tokio; historias de estraperlos; historias sobre la obstinación de los burros, sobre todo cuando hacía un frío del demonio y al parecer lo hacía siempre; de los maquis y sus razias; historias del azafrán y la dificultad de conseguirlo; historias de los carnavales secretos de la posguerra, con ensabanados y rondas; de las cartas de amor que le enviaba mi padre... personajes abandonados en mitad de la nada que trataban de escapar no se sabe de dónde ni cómo. Unas historias que luego leí en Agota Kristof.

Quería ser un escritor porque era diferente y quería ser un escritor de los diferentes. Digo escritor, pero lo que yo quería era ser un poeta diferente. En 8º de EGB fabriqué mis primeras plaquettes fotocopiadas. Las destruí poco después porque me daba vergüenza escribir tan mal. Ahora puedo decir que en esas plaquettes está lo mejor que he escrito.

Quería escribir para robarle la máquina de escribir a mi padre, su más precioso tesoro: la cuidaba con esmero y no nos dejaba tocarla. Thomas Mann escribió un ensayo en el que hablaba de la gran cantidad que hay de escritores huérfanos de padre. El padre de Truman Capote desapareció y el padre de Alejandro Gándara se fue sin dejar rastro y el padre de… Mi padre era huérfano de padre, huérfano desde los dos años, pero a él se le pasó la vez y el que se hizo escritor fui yo.
Huérfano heredero. Aunque mi padre escribía a máquina todo el tiempo: su Olivetti gigante con forma de ballena. Mi padre escribía informes sobre sus servicios de policía y sobre el tráfico y sobre las incidencias del trabajo. Tenía unas hojas de calco y guardaba copia de todo lo que escribía.

Me hice escritor para robarle esa estupenda máquina de escribir. Me hice escritor para consumar un incesto raro. Mi padre me puso una condición para poder usar su Olivetti: aprender mecanografía perfectamente... una práctica que él, que escribía sólo con dos dedos, no conocía.
Quizá pensaba que yo no conseguiría escribir a máquina, pero pasé el verano de mis trece años sacrificando la piscina y aprendiendo a escribir a máquina en una academia con un calor sofocante: asdf ñlkj etcétera. Así rendí a mi padre y le quité su bien más preciado. Truman Capote escribió algo sobre la mecanografía y la literatura, y es posible que, pese a su afirmación, se trate de ramas de la misma actividad. Durante un tiempo tuve que usar la máquina siempre en la mesa del comedor, bajo vigilancia, y guardarla siempre en su maleta. Mi madre cosía en su máquina de coser y yo escribía en mi máquina de escribir. Unos meses más tarde llevé la Olivetti ballena a la mesa de estudio de mi cuarto.

Tenía catorce años y escribía poseído. Escribía todo el tiempo. Nunca he vuelto a escribir de esa manera y cuando escribo deseo poder volver a escribir así alguna vez. Febril. Enfermo. Escribía poemas. Escribía minúsculas vidas imaginarias. Escribía obras de teatro. Era diferente y quería ser un escritor diferente. Leía a Beckett, y mis obras de teatro querían parecerse a Esperando a Godot. Leía a Jack Kerouac. Leía a Henry Miller, al que había llegado siguiendo a Rimbaud, un camino excéntrico. Leía a Joyce, pero las piezas más raras, Poemas manzanas. Leía solo. Escribía solo. Entonces yo era el único escritor. Rey soberano.

Aunque quizá leía más solo que escribía solo, porque entonces publiqué mis primeros poemas en una revista. No guardo ni un ejemplar. Me avergonzaba esa revista, sabía que estaba mal hecha, que era cutre... y aunque sabía que la revista estaba mal hecha y que era cutre, me sentía feliz porque publicando en esa revista que me avergonzaba me convertía en escritor. Nadie lo sabía, pero yo había cruzado una línea y ya no podía volver atrás. Recuerdo el nombre de la revista.

Escribo porque tengo miedo: antes cuando tenía miedo me metía debajo de la cama. Escribo para levantarme cuando quiera. Escribo para acostarme cuando quiera. Escribo para imponer mi versión de los hechos. Escribo por envidia. Escribo por fascinación. Escribo para ser feliz. Escribo para ganar dinero. Escribo para saber cómo escribo. Escribo para que se publique lo que escribo.
Escribo para seducir. Escribo para ser apreciado. Escribo para existir. Escribo para ser visible.
Escribo para despertarme cada día en un lugar del mundo. Escribo para que me insulten. Escribo para seguir vivo. Escribo para no matarme. Escribo para saber lo que pienso. Escribo para mentir.

Escribo porque soy feliz. Escribo para pedir perdón. Escribo para no pedir perdón. Escribo porque cuando escribo no vivo. Escribo para vivir más tiempo. Escribo porque me lo piden.
Escribo porque no me reconozco en las fotografías. Escribo porque quiero dar mi versión de la historia. Escribo porque en mi escritura sólo mando yo. Escribo porque me gusta escribir.
Escribo porque no sé conducir. Escribo porque soy vanidoso. Escribo para perder el sentido.
Escribo porque busco el sentido. Escribo como el cultivador de champiñones: con los pies enterrados en mierda y con la certeza de que el producto no es un manjar. Escribo como el pescador de un barco congelador. Escribo para follar. Escribo para respirar. Escribo para no tener que escribir. Escribo para mirar todo y todo el tiempo. Escribo para recordar. Para recordarme. Para volver a alcanzar ese estado febril. Febril y fabril. Escribo por insatisfacción.
Escribo por venganza. Escribo por remordimiento. Escribo para confesar mis pecados. Escribo para esconder mi vergüenza. Escribo para reírme. Escribo porque me da miedo el fuego.

Escribo porque tengo algunas historias viejas que contar. Las que me llenan la cabeza ahora sucedieron todas antes de que cumpliera veintiocho años: la de un asesino que mató a su mujer y con el que compartí celda en 1995 en la cárcel de Torrero de Zaragoza, que ya ha desaparecido, demolida por la piqueta; la de una loca, prima de mi padre, a la que visitamos en un manicomio de Valencia en el verano de 1975; la de unos curanderos de Petrel, Paco y Lola, que visitamos cuando mi abuela Rosario había sido desahuciada por los médicos.

Mi padre me cedió su máquina de escribir. Y una vez que se la arrebaté ya no podía cambiar: tenía que escribir y tenía que ser escritor. Ahora, más que diferente, me siento extraño.

martes, 17 de enero de 2012

UN HOMBRE LLAMADO JESUS. (3)

Debemos de anotar, porque no lo hicimos anteriormente, el lugar en que estas mujeres, estaban rentando, era un cuarto instalado al fondo de una vecindad que se encontraba, donde ahora se encuentra el edificio Mina, lo que es hoy la tienda de Salinas y Rocha, a unas cuadras de ahí, se encontraba el Mercado el Parazal, así que les quedaba cerca su centro de labores, por lo tanto en la madrugada que se iban se llevaban a sus chiquillos, todo el día en el mercado, ya que les diré, ahí almorzaban, comían y cenaban.

Pero sigamos dando rienda suelta a los recuerdos que a veces fluyen y en otras se detienen, ya que la memoria es un poco traicionera y nos hace cada travesura con las fechas. Cuando esta familia de tres hermanas con sus respectivos hijos se cambian, para ese entonces, Jesús con el miedo reflejado en su interior, había abandonado a su Madre y se fue a vivir junto con su hermana Margarita al lado de su señor Padre, con esto Doña Juana descansaba de tantas amenazas de muerte, pero le llegaban más preocupaciones por conocer a la persona de referencia, ya que era muy estricto (al fin militar) y sus hijos, no es por alabarlos pero eran pan de Dios, tan buenos como el agua que les cae a las cosechas, eso le inquietaba a la buena señora, pero tenía que seguir viviendo la vida, ya que también tenía a su pequeño hijo Enrique que por igual la necesitaba o quizás aún más, por ser tan pequeño.
Con el correr del tiempo, las hojas del calendario fueron cayendo una por una, los muchachos, creciendo y tomando las formas físicas de sus padres, cada uno adoptando su carácter, su templanza y su genio, Enrique al lado de su madre, creció de una forma tranquila y pacífica, Margarita, dominada por la cultura déspota de ese entonces, tener el concepto de que la mujer sólo sirve para el metate y el petate, ideología tan estúpida que rayaba en lo absurdo y denigrante, muchachita, sumisa ante las ordenes de su padre, ocupada en el quehacer y la atención al mismo, otra cosa era Jesús, quien debido a la actitud de su padre, creció con su carácter hosco, serio, responsable, con cierto coraje hacía su Progenitor y con mucho, pero mucho amor a su Madre.

Ese sentimiento tan noble del muchacho, lo hacía de vez en cuando buscar a su madre al mercado, lo cual le acarreaba problemas con su Padre, pero a él le valía gorro y la seguía viendo, pero hubo un momento en que quizás por los golpes o el maltrato hacía su persona, lo hace que se fugue del domicilio paterno; se refugia con su Madre, le comenta el trato que su papa le daba, su madre, no iba a permitir que su hijo siguiera soportando los desplantes de su padre, por lo cual lo conmina a que se quede en su hogar en ese pobre refugio, fabricado con huesos de palapa y cubiertos de cartón, el día en que se fue, su padre lo va a buscar, su pobre madre antes de que llegara, le dice a su hijo que se esconda, así que recibe al Señor en compañía de su hijo Enrique.

El padre de Jesús, se le enfrenta a Doña Juana, sacando la pistola le ordena que le entregue a su hijo, la pobre señora con el miedo y los nervios invadiendo su cuerpo, armándose de valor le contesta, que ella no lo tiene, que si quiere que pase a buscarlo y si lo encuentra que se lo lleve, al punto de estallar como volcán, el señor tira un balazo al aire, y le dice: “Vengo a las ocho de la noche, si a esa hora no me entregas a mi hijo, date por muerta, no me tentaré el corazón para meterte una bala en tu cuerpo” . Jesús, que se encontraba escondido debajo de una meseta de una pequeña barda, después le comentó a su madre que se quería salir para irse con su papá y así evitarle problemas, pero tuvo miedo, de que al salir, su papá fuera a lastimarla.

Se llegó la hora, pero antes, quizás una hora, Jesús le dice a Enrique, que se había lastimado un dedo del pie, resultado de haberse cortado con un vidrio, efectivamente, se le ve el pie manchado de sangre e incluso todavía chorreándole el liquido sanguíneo, por lo cual decide ir a curarse a la cruz roja, instalada en ese entonces en la parte trasera de la Catedral, ahí donde también se encontraban los bomberos. Enrique, le pregunta que si se va a tardar, porque ya no tarda en llegar su mamá para llevarse las tortillas a vender, él le dice que no, en tan pronto le hagan la curación se regresa de inmediato, que le diga su Mamá que no se tarda.

Habremos de comentar un poco aparte de la narración que desde ese momento, quizás año del 56, hasta los años noventa, Jesús no regresaba, era de suponerse que no encontraba las instalaciones de la Cruz Roja, o se perdió y ya no supo llegar a su casa.

A eso de las 9 de la noche, llega al domicilio el Padre de Jesús, a Doña Juana la tuvieron que mandar a traer al mercado, cuando llegó, viene el militar y saca la pistola y le dice: Te dije que si no me dabas a Chucho te iba a matar, la pobre señora, toda acongojada y no con miedo por la pistola, sino porque su hijo no regresaba, le comenta al fulano, que Jesús había tenido un accidente y se había ido a curar al Centro, pero que ya se había tardado y no volvía, el militar al ver el rostro desencajado de la señora, guarda el arma y sale a toda prisa a buscar al chamaco, pero este no es encontrado, nadie sabe de él, se esfumó, fue tragado por la tierra, todos preguntaban ¿Adonde se habrá ido? Pero era una interrogante que nunca fue contestada, porque el tiempo verdugo del reloj, siguió su marcha sin detenerse, dejando una huella de tristeza y de dolor en el hogar de la pobre mujer, que todavía con el paso de los años se preguntaba, ¿Dios Mío, por que se fue? (Continuara........)

lunes, 16 de enero de 2012

UN HOMBRE LLAMADO JESUS. (2)

El padre de Jesús, sigue frecuentando a su madre, ella le rehúye pero a la vez le tiene miedo, ya que como militar él no entiende de razones, motivo por el cual la vuelve a embarazar y procrea a una linda niña, morena como todos los de la familia, a quien le ponen por nombre Margarita, a ella se la lleva el padre casi a unos cuantos meses de haber nacido, la madre nada puede hacer, ya que al individuo lo amparan sus relaciones con el gobierno, pero si defiende a capa y espada a Jesús al cual se lo esconde cada vez que lo va a buscar, consiguiendo con esto que el militar se irrite y la amenace de muerte.

En virtud del acoso del padre de Jesús y de sus amenazas, las mujeres –que ya para ese entonces eran conocidas como hermanas- deciden mudarse de domicilio, aprovechando que el mercado iba a ser cambiado, para lo cual rentan un pequeño cuarto en una vecindad del populoso barrio de la fábrica, ya Jesús y Margarita son los únicos hijos de Doña Juana, ah pero antes de todo, déjenme explicarles algo muy importante.

Como toda mujer de la costa, se juntan desde el domicilio anterior, tres mujeres que fueron engañadas por diversos hombres, claro sin decir esto, que eran mujeres fáciles, simplemente eran personas ingenuas y que se enamoraron de un hombre de ciudad, sin saber que sólo buscaban el placer y después dejarlas, por lo tanto, las tres mujeres viendo sus fracasos amorosos, deciden compartir el techo y la sal.

Trataremos de anotar sus nombres, ya que la memoria muchas veces es traicionera y cuando se le necesita falla, pero en fin haremos el esfuerzo y también haremos un recuento de la prole que engendraron.

Doña Amalia Hernández, mujer de color, bonachona, dicharachera, de buen carácter y sobre todo muy alegre, era la dueña de la fonda, posteriormente dentro del mercado vendía tortillas de molino, ella fue engañada por un hombre ya casado, que se dedicaba a la carpintería, de buen ver y apostura varonil, esta pareja trajo al mundo a Jaime y Bibiana, posteriormente se juntó con otra persona de la cual desconozco su nombre y profesión y de cuya relación surgió una linda niña de ojos verdes a quien le pusieron de nombre Teresa, de ahí siguió una niña producto de una relación con un campesino exitoso, propietario de una huerta y animales de campo, así como de una residencia ubicada en el poblado de Coyuca de Benítez, Gro., el ultimo de la generación fue Nicolás, hijo de un individuo que poco le importaba vivir su existencia, era muy destrampado, desmadroso y todo fodongo, su nombre Gonzalo, chilango de nacimiento, caído por algún motivo en esta tierra suriana.

Doña Rosita Soto, mujer de color que vulgarmente llamamos Güera, con un carácter entre reservado y bromista, ella fue madre de dos chavos, uno de ellos de nombre Víctor, quien se caracterizo por su famosa palabra tan célebre “día deme una moneda, porque no puedo andar sin un centavo en la bolsa”, hombre trabajador en lo que pusieran, terminó siendo mecánico de los aviones de Aeroméxico, fue despedido por una falla en un motor que se detectó a tiempo en tierra, su hermano Juan Carlos, lo contrario a él, jamás le gustó trabajar vivía a expensas de la madre y de andar vagando por los caminos del señor, a él le pusimos el Vago, quien sabe porque, a él lo recordamos, por su falta de interés con su madre, últimamente lo vimos de Pechuguero en una de las populosas colonias de Acapulco.

Doña Juana López García, mujer costeña, emanada de la clase trabajadora, proveniente de una familia de campesinos del poblado de Juchitán, Guerrero, que se rebela a los designios de su familia para seguir en el seno familiar, quien decide emigrar a la gran ciudad en ese entonces llamada Acapulco, donde al no saber de que ocuparse pide trabajo en un hotel, ubicado a orillas de una famosa playa de ese paradisiaco puerto, llamado Papagayo, propiedad en ese entonces del empresario y militar Juan Andreu Almazán, la contrataron para laborar en la lavandería, que se encontraba en la planta baja del hotel, podría decirse que estaba en los sótanos, cuya mirillas para ver hacía afuera estaban a ras de la calle. Esta humilde mujer ya lo dijimos fue víctima de abuso por parte de un militar con el cual procreo dos hijos: Jesús y Margarita. Posteriormente trata a un hombre lleno de un hablar florido, pero seco y ríspido en su trato, de cuya relación queda embarazada y nace un lindo bebe a quien le ponen por nombre Enrique Asunción, anotemos el nombre del padre de este niño: Florentino Ríos Rodríguez.

Estas tres mujeres, cada una de una población distinta, diferentes en su carácter e incluso en su comportamiento, estas mujeres cual tres mosqueteros que deciden luchar para salir avante, con un corazón emprendedor y de mucha garra, estas tres mujeres que viéndose solas y desamparadas, deciden formar equipo para sobrevivir a esa pequeña o monstruosa serpiente de mil cabezas llamada sociedad. Porque habremos de decirlo claro y con sus palabras respectivas, en ese tiempo, se pecaba de tanto puritanismo, de tanta rectitud, tanta gente mustia, que sólo miraban a la mujer como ama de casa, una vil sirviente a la sacra obediencia del hombre machista, que esperanza que existiera una liberación del sexo femenino, los golpes y los ojos morados eran la vía practica para abortar cualquier intento de insubordinación. Así era la generación de ese entonces, se vivía en un patriarcado, que lo que el padre decía se hacía, los hijos no tenían voz en la casa, es más no se atrevían de mirar de frente a sus progenitores y cuando en la calle veían a sus, tíos, abuelos etc., se hincaban y le besaban la mano, ¡Dios mío!, que tiempos.
Así las cosas, en completa unión estas mujeres deciden compartir el pan y la sal, son tres jóvenes comprometidas con la vida, con el deseo de superación, con el ferviente anhelo de demostrar a sus familiares, que en la ciudad estaba el progreso y la superación, no les importaba empezar a sufrir privaciones y carencias, ellas tenían un solo objetivo: Salir triunfantes de esa prueba que ellas mismas se habían impuesto. Pero en la ciudad, en un puerto de pescadores, llenos de hombres que sólo piensan en lucir su machismo, no falta el individuo que las acose, pero ellas se dan a respetar, pero por su ingenuidad y su alma provinciana las hace caer en las garras de aquellos que con frases refinadas o rebuscadas saben llegar al ego de estas mujeres pueblerinas, que como los mosquitos, se enredan en las redes de la terrible telaraña.

Pero sigamos el peregrinar de estas mujeres.

Jesús, hijo de Doña Juana, aún estando en el domicilio anterior, por temor a que su padre le haga un daño a su señora Madre, decide irse a vivir con él, evitando de esta manera que continuara el calvario para la pobre mujer. Por ese tiempo es cuando nace Enrique Asunción, nombre que no se sabe a ciencia cierta porque se lo pusieron, pero que nunca fue del agrado de Doña Amalia, quien le empieza a llamar por Carmelo, nombre que jamás podrá quitárselo, debido a la costumbre y usos de la gente de ese tiempo, que usa en su escuela y en todos los lugares a los que acude, pero esa es otra historia, como lo dijera la Mamá Chonita.

Al llegar al nuevo domicilio, las únicas que rentan un cuarto son Doña Amalia y Doña Juana, Rosita se pierde por un tiempo, quizás debido a su relación con el padre de Víctor o tal vez al encuentro de algún nuevo empleo.

La vida sigue su curso, se inaugura el Mercado Central en el año de 1969, anteriormente allí era una gran extensión de terreno, el cual era ocupado como campo de fut-bol, donde logró sus grandes glorias el Equipo de fut-bol soccer Inter de Acapulco, posteriormente por el aumento de la población se tuvo que habilitar como Mercado, por cierto en ese lugar, llegaban grandes atracciones, Carpas de circo, juegos mecánicos e incluso en ocasiones llegaba un Teatro ambulante denominado Tayita, propiedad de los hermanos Padilla (uno de ellos el Chato, célebre por haber personificado a Don Jaimito en la serie del Chavo del 8). Bueno creo que nos salimos un poco del tema, así que sigamos con la vida del Negro Aparicio. (continuara..........)

UN HOMBRE LLAMADO JESUS.

Jesús, hijo de una mujer pueblerina de la costa chica, primogénito de una pareja que jamás logró contraer matrimonio, debido a los convencionalismos de la época, ella mujer iletrada condenada a ser únicamente una escopeta en la esquina de la casa bien cargada, él un hombre macho por naturaleza y por la nublazón de su razón, con carrera militar, autoritario y déspota como todo hombre dedicado a la milicia.

Habremos de hacer notar que esta mujer se salió de su hogar materno ubicado en un poblado de la costa chica de nombre Juchitán, con el firme deseo de buscar prosperidad, ya estaba cansada que su juventud estuviera solo rodeada de tanta pobreza y demasiado trabajo, sin avizorar ningún cambio o prosperidad en su vida, para dirigirse al puerto de Acapulco, Guerrero, en donde conoce o mejor bien dicho donde se da a conocer este individuo de baja ralea.

Él aprovecha la inocencia e ingenuidad de la mujer para proponerle matrimonio, cosa que nunca sucede, ya que lo que él buscaba, eran las caricias y los dones del sexo gratuito, como buen militar, que en cada plaza en que eran destacamentados, logró su cometido, con gran labia, le propuso matrimonio pero antes tenía que dar la prueba de su amor, logrando su cometido, como vil ladrón desapareció en la oscuridad de su cobardía, jamás se preocupo de la pobre mujer costeña.

Al paso de los meses, con el peso de su hijo en su vientre, empleándose como ayudante en una fonda ubicada en el mercado de la localidad, buscando un mejor nivel de vida para ella y su hijo que está a punto de nacer, acepta la oferta de la dueña de la fonda, quien al verla desvalida, le ofrece un rincón en el cuarto donde habita, claro que será poco lo que gane, pero comida y casa no le faltaran, Juana =que es el nombre de esta mujer= acepta la propuesta y con sus pocas pertenencias (un cartón de huevos el Calvario, con dos mudas de ropa y su enseres de limpieza), acondiciona un lugar en donde será el sitio en que se quedará a dormir.

Es así como en el año de 1944, en un mes que casi nadie se acuerda por no tener a la mano un lugar donde registrarlo y, que además nadie se tomaba la molestia de tomar datos del recién nacido, llega a la vida un niño de color moreno igual que su padre, a quien la madre le pone por nombre Jesús, quizás por haber sido el nombre del Redentor que le ayudo en sus momentos difíciles, o quizás por haber sido el día en que se festejaba a los que se llamaran así.

Sus primeros meses, sufrió quizás la falta de alimentación a sus hora, unas ocasiones por la falta de recursos económicos para comprarle su leche, otras por lo atareada en que se encontraba su madre; eran continuos los llantos del bebé en la fonda, lo curioso era en que las personas que ahí acudían a ingerir sus sagrados alimentos en vez de molestarles, veían la oportunidad para cargarlo y arrullarlo, habremos de decir que por gratitud de la naturaleza, Jesús nunca estuvo privado de brazos que lo estuvieran atendiendo.

Pero, no olvidemos al padre, ese militar de cuyo nombre no quiero acordarme y que no viene al caso mencionarlo, para no hacer sentir culpables a quienes lo tengan, decíamos, el padre al enterarse de que el niño había nacido y que ya contaba con varios meces de edad, buscó la manera de quitárselo a su madre, pero ella como leona furiosa defendiendo a su cachorro, jamás lo dejo ni que se acercará, mucho menos que el bebé tuviera alguna relación con él.

Mujeres de los establecimientos anexos a la fonda, le “aconsejaban” a la madre que dejara al niño en tutela con su padre, ya que con ella iba a sufrir privaciones y quizás la oportunidad de tener estudios, que no fuera tonta, el niño necesitaba de su padre, y ella –la madre- necesitaba de tiempo para trabajar y tener recursos para sostenerlo, claro que esto a ella le molestaba y les suplicaba a las personas que no se metieran en lo que no les importara, la vida de su hija era sólo competencia de ella y de nadie más, jamás dejaría al niño de un padre que jamás se molesto en saber cómo había nacido o en qué condiciones se encontraba, no, ella jamás iba a permitir que le arrebataran a su hijo de su lado, el niño crecería a su lado, primero muerta antes de que su hijo se fuera con su padre, ella estaba dispuesta a dejar de comer, privarse de alguna otras cosas, con tal de que a su hijo no le faltara nada. (continuara........)