lunes, 16 de enero de 2012

UN HOMBRE LLAMADO JESUS. (2)

El padre de Jesús, sigue frecuentando a su madre, ella le rehúye pero a la vez le tiene miedo, ya que como militar él no entiende de razones, motivo por el cual la vuelve a embarazar y procrea a una linda niña, morena como todos los de la familia, a quien le ponen por nombre Margarita, a ella se la lleva el padre casi a unos cuantos meses de haber nacido, la madre nada puede hacer, ya que al individuo lo amparan sus relaciones con el gobierno, pero si defiende a capa y espada a Jesús al cual se lo esconde cada vez que lo va a buscar, consiguiendo con esto que el militar se irrite y la amenace de muerte.

En virtud del acoso del padre de Jesús y de sus amenazas, las mujeres –que ya para ese entonces eran conocidas como hermanas- deciden mudarse de domicilio, aprovechando que el mercado iba a ser cambiado, para lo cual rentan un pequeño cuarto en una vecindad del populoso barrio de la fábrica, ya Jesús y Margarita son los únicos hijos de Doña Juana, ah pero antes de todo, déjenme explicarles algo muy importante.

Como toda mujer de la costa, se juntan desde el domicilio anterior, tres mujeres que fueron engañadas por diversos hombres, claro sin decir esto, que eran mujeres fáciles, simplemente eran personas ingenuas y que se enamoraron de un hombre de ciudad, sin saber que sólo buscaban el placer y después dejarlas, por lo tanto, las tres mujeres viendo sus fracasos amorosos, deciden compartir el techo y la sal.

Trataremos de anotar sus nombres, ya que la memoria muchas veces es traicionera y cuando se le necesita falla, pero en fin haremos el esfuerzo y también haremos un recuento de la prole que engendraron.

Doña Amalia Hernández, mujer de color, bonachona, dicharachera, de buen carácter y sobre todo muy alegre, era la dueña de la fonda, posteriormente dentro del mercado vendía tortillas de molino, ella fue engañada por un hombre ya casado, que se dedicaba a la carpintería, de buen ver y apostura varonil, esta pareja trajo al mundo a Jaime y Bibiana, posteriormente se juntó con otra persona de la cual desconozco su nombre y profesión y de cuya relación surgió una linda niña de ojos verdes a quien le pusieron de nombre Teresa, de ahí siguió una niña producto de una relación con un campesino exitoso, propietario de una huerta y animales de campo, así como de una residencia ubicada en el poblado de Coyuca de Benítez, Gro., el ultimo de la generación fue Nicolás, hijo de un individuo que poco le importaba vivir su existencia, era muy destrampado, desmadroso y todo fodongo, su nombre Gonzalo, chilango de nacimiento, caído por algún motivo en esta tierra suriana.

Doña Rosita Soto, mujer de color que vulgarmente llamamos Güera, con un carácter entre reservado y bromista, ella fue madre de dos chavos, uno de ellos de nombre Víctor, quien se caracterizo por su famosa palabra tan célebre “día deme una moneda, porque no puedo andar sin un centavo en la bolsa”, hombre trabajador en lo que pusieran, terminó siendo mecánico de los aviones de Aeroméxico, fue despedido por una falla en un motor que se detectó a tiempo en tierra, su hermano Juan Carlos, lo contrario a él, jamás le gustó trabajar vivía a expensas de la madre y de andar vagando por los caminos del señor, a él le pusimos el Vago, quien sabe porque, a él lo recordamos, por su falta de interés con su madre, últimamente lo vimos de Pechuguero en una de las populosas colonias de Acapulco.

Doña Juana López García, mujer costeña, emanada de la clase trabajadora, proveniente de una familia de campesinos del poblado de Juchitán, Guerrero, que se rebela a los designios de su familia para seguir en el seno familiar, quien decide emigrar a la gran ciudad en ese entonces llamada Acapulco, donde al no saber de que ocuparse pide trabajo en un hotel, ubicado a orillas de una famosa playa de ese paradisiaco puerto, llamado Papagayo, propiedad en ese entonces del empresario y militar Juan Andreu Almazán, la contrataron para laborar en la lavandería, que se encontraba en la planta baja del hotel, podría decirse que estaba en los sótanos, cuya mirillas para ver hacía afuera estaban a ras de la calle. Esta humilde mujer ya lo dijimos fue víctima de abuso por parte de un militar con el cual procreo dos hijos: Jesús y Margarita. Posteriormente trata a un hombre lleno de un hablar florido, pero seco y ríspido en su trato, de cuya relación queda embarazada y nace un lindo bebe a quien le ponen por nombre Enrique Asunción, anotemos el nombre del padre de este niño: Florentino Ríos Rodríguez.

Estas tres mujeres, cada una de una población distinta, diferentes en su carácter e incluso en su comportamiento, estas mujeres cual tres mosqueteros que deciden luchar para salir avante, con un corazón emprendedor y de mucha garra, estas tres mujeres que viéndose solas y desamparadas, deciden formar equipo para sobrevivir a esa pequeña o monstruosa serpiente de mil cabezas llamada sociedad. Porque habremos de decirlo claro y con sus palabras respectivas, en ese tiempo, se pecaba de tanto puritanismo, de tanta rectitud, tanta gente mustia, que sólo miraban a la mujer como ama de casa, una vil sirviente a la sacra obediencia del hombre machista, que esperanza que existiera una liberación del sexo femenino, los golpes y los ojos morados eran la vía practica para abortar cualquier intento de insubordinación. Así era la generación de ese entonces, se vivía en un patriarcado, que lo que el padre decía se hacía, los hijos no tenían voz en la casa, es más no se atrevían de mirar de frente a sus progenitores y cuando en la calle veían a sus, tíos, abuelos etc., se hincaban y le besaban la mano, ¡Dios mío!, que tiempos.
Así las cosas, en completa unión estas mujeres deciden compartir el pan y la sal, son tres jóvenes comprometidas con la vida, con el deseo de superación, con el ferviente anhelo de demostrar a sus familiares, que en la ciudad estaba el progreso y la superación, no les importaba empezar a sufrir privaciones y carencias, ellas tenían un solo objetivo: Salir triunfantes de esa prueba que ellas mismas se habían impuesto. Pero en la ciudad, en un puerto de pescadores, llenos de hombres que sólo piensan en lucir su machismo, no falta el individuo que las acose, pero ellas se dan a respetar, pero por su ingenuidad y su alma provinciana las hace caer en las garras de aquellos que con frases refinadas o rebuscadas saben llegar al ego de estas mujeres pueblerinas, que como los mosquitos, se enredan en las redes de la terrible telaraña.

Pero sigamos el peregrinar de estas mujeres.

Jesús, hijo de Doña Juana, aún estando en el domicilio anterior, por temor a que su padre le haga un daño a su señora Madre, decide irse a vivir con él, evitando de esta manera que continuara el calvario para la pobre mujer. Por ese tiempo es cuando nace Enrique Asunción, nombre que no se sabe a ciencia cierta porque se lo pusieron, pero que nunca fue del agrado de Doña Amalia, quien le empieza a llamar por Carmelo, nombre que jamás podrá quitárselo, debido a la costumbre y usos de la gente de ese tiempo, que usa en su escuela y en todos los lugares a los que acude, pero esa es otra historia, como lo dijera la Mamá Chonita.

Al llegar al nuevo domicilio, las únicas que rentan un cuarto son Doña Amalia y Doña Juana, Rosita se pierde por un tiempo, quizás debido a su relación con el padre de Víctor o tal vez al encuentro de algún nuevo empleo.

La vida sigue su curso, se inaugura el Mercado Central en el año de 1969, anteriormente allí era una gran extensión de terreno, el cual era ocupado como campo de fut-bol, donde logró sus grandes glorias el Equipo de fut-bol soccer Inter de Acapulco, posteriormente por el aumento de la población se tuvo que habilitar como Mercado, por cierto en ese lugar, llegaban grandes atracciones, Carpas de circo, juegos mecánicos e incluso en ocasiones llegaba un Teatro ambulante denominado Tayita, propiedad de los hermanos Padilla (uno de ellos el Chato, célebre por haber personificado a Don Jaimito en la serie del Chavo del 8). Bueno creo que nos salimos un poco del tema, así que sigamos con la vida del Negro Aparicio. (continuara..........)

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