Debemos de anotar, porque no lo hicimos anteriormente, el lugar en que estas mujeres, estaban rentando, era un cuarto instalado al fondo de una vecindad que se encontraba, donde ahora se encuentra el edificio Mina, lo que es hoy la tienda de Salinas y Rocha, a unas cuadras de ahí, se encontraba el Mercado el Parazal, así que les quedaba cerca su centro de labores, por lo tanto en la madrugada que se iban se llevaban a sus chiquillos, todo el día en el mercado, ya que les diré, ahí almorzaban, comían y cenaban.
Pero sigamos dando rienda suelta a los recuerdos que a veces fluyen y en otras se detienen, ya que la memoria es un poco traicionera y nos hace cada travesura con las fechas. Cuando esta familia de tres hermanas con sus respectivos hijos se cambian, para ese entonces, Jesús con el miedo reflejado en su interior, había abandonado a su Madre y se fue a vivir junto con su hermana Margarita al lado de su señor Padre, con esto Doña Juana descansaba de tantas amenazas de muerte, pero le llegaban más preocupaciones por conocer a la persona de referencia, ya que era muy estricto (al fin militar) y sus hijos, no es por alabarlos pero eran pan de Dios, tan buenos como el agua que les cae a las cosechas, eso le inquietaba a la buena señora, pero tenía que seguir viviendo la vida, ya que también tenía a su pequeño hijo Enrique que por igual la necesitaba o quizás aún más, por ser tan pequeño.
Con el correr del tiempo, las hojas del calendario fueron cayendo una por una, los muchachos, creciendo y tomando las formas físicas de sus padres, cada uno adoptando su carácter, su templanza y su genio, Enrique al lado de su madre, creció de una forma tranquila y pacífica, Margarita, dominada por la cultura déspota de ese entonces, tener el concepto de que la mujer sólo sirve para el metate y el petate, ideología tan estúpida que rayaba en lo absurdo y denigrante, muchachita, sumisa ante las ordenes de su padre, ocupada en el quehacer y la atención al mismo, otra cosa era Jesús, quien debido a la actitud de su padre, creció con su carácter hosco, serio, responsable, con cierto coraje hacía su Progenitor y con mucho, pero mucho amor a su Madre.
Ese sentimiento tan noble del muchacho, lo hacía de vez en cuando buscar a su madre al mercado, lo cual le acarreaba problemas con su Padre, pero a él le valía gorro y la seguía viendo, pero hubo un momento en que quizás por los golpes o el maltrato hacía su persona, lo hace que se fugue del domicilio paterno; se refugia con su Madre, le comenta el trato que su papa le daba, su madre, no iba a permitir que su hijo siguiera soportando los desplantes de su padre, por lo cual lo conmina a que se quede en su hogar en ese pobre refugio, fabricado con huesos de palapa y cubiertos de cartón, el día en que se fue, su padre lo va a buscar, su pobre madre antes de que llegara, le dice a su hijo que se esconda, así que recibe al Señor en compañía de su hijo Enrique.
El padre de Jesús, se le enfrenta a Doña Juana, sacando la pistola le ordena que le entregue a su hijo, la pobre señora con el miedo y los nervios invadiendo su cuerpo, armándose de valor le contesta, que ella no lo tiene, que si quiere que pase a buscarlo y si lo encuentra que se lo lleve, al punto de estallar como volcán, el señor tira un balazo al aire, y le dice: “Vengo a las ocho de la noche, si a esa hora no me entregas a mi hijo, date por muerta, no me tentaré el corazón para meterte una bala en tu cuerpo” . Jesús, que se encontraba escondido debajo de una meseta de una pequeña barda, después le comentó a su madre que se quería salir para irse con su papá y así evitarle problemas, pero tuvo miedo, de que al salir, su papá fuera a lastimarla.
Se llegó la hora, pero antes, quizás una hora, Jesús le dice a Enrique, que se había lastimado un dedo del pie, resultado de haberse cortado con un vidrio, efectivamente, se le ve el pie manchado de sangre e incluso todavía chorreándole el liquido sanguíneo, por lo cual decide ir a curarse a la cruz roja, instalada en ese entonces en la parte trasera de la Catedral, ahí donde también se encontraban los bomberos. Enrique, le pregunta que si se va a tardar, porque ya no tarda en llegar su mamá para llevarse las tortillas a vender, él le dice que no, en tan pronto le hagan la curación se regresa de inmediato, que le diga su Mamá que no se tarda.
Habremos de comentar un poco aparte de la narración que desde ese momento, quizás año del 56, hasta los años noventa, Jesús no regresaba, era de suponerse que no encontraba las instalaciones de la Cruz Roja, o se perdió y ya no supo llegar a su casa.
A eso de las 9 de la noche, llega al domicilio el Padre de Jesús, a Doña Juana la tuvieron que mandar a traer al mercado, cuando llegó, viene el militar y saca la pistola y le dice: Te dije que si no me dabas a Chucho te iba a matar, la pobre señora, toda acongojada y no con miedo por la pistola, sino porque su hijo no regresaba, le comenta al fulano, que Jesús había tenido un accidente y se había ido a curar al Centro, pero que ya se había tardado y no volvía, el militar al ver el rostro desencajado de la señora, guarda el arma y sale a toda prisa a buscar al chamaco, pero este no es encontrado, nadie sabe de él, se esfumó, fue tragado por la tierra, todos preguntaban ¿Adonde se habrá ido? Pero era una interrogante que nunca fue contestada, porque el tiempo verdugo del reloj, siguió su marcha sin detenerse, dejando una huella de tristeza y de dolor en el hogar de la pobre mujer, que todavía con el paso de los años se preguntaba, ¿Dios Mío, por que se fue? (Continuara........)
Pero sigamos dando rienda suelta a los recuerdos que a veces fluyen y en otras se detienen, ya que la memoria es un poco traicionera y nos hace cada travesura con las fechas. Cuando esta familia de tres hermanas con sus respectivos hijos se cambian, para ese entonces, Jesús con el miedo reflejado en su interior, había abandonado a su Madre y se fue a vivir junto con su hermana Margarita al lado de su señor Padre, con esto Doña Juana descansaba de tantas amenazas de muerte, pero le llegaban más preocupaciones por conocer a la persona de referencia, ya que era muy estricto (al fin militar) y sus hijos, no es por alabarlos pero eran pan de Dios, tan buenos como el agua que les cae a las cosechas, eso le inquietaba a la buena señora, pero tenía que seguir viviendo la vida, ya que también tenía a su pequeño hijo Enrique que por igual la necesitaba o quizás aún más, por ser tan pequeño.
Con el correr del tiempo, las hojas del calendario fueron cayendo una por una, los muchachos, creciendo y tomando las formas físicas de sus padres, cada uno adoptando su carácter, su templanza y su genio, Enrique al lado de su madre, creció de una forma tranquila y pacífica, Margarita, dominada por la cultura déspota de ese entonces, tener el concepto de que la mujer sólo sirve para el metate y el petate, ideología tan estúpida que rayaba en lo absurdo y denigrante, muchachita, sumisa ante las ordenes de su padre, ocupada en el quehacer y la atención al mismo, otra cosa era Jesús, quien debido a la actitud de su padre, creció con su carácter hosco, serio, responsable, con cierto coraje hacía su Progenitor y con mucho, pero mucho amor a su Madre.
Ese sentimiento tan noble del muchacho, lo hacía de vez en cuando buscar a su madre al mercado, lo cual le acarreaba problemas con su Padre, pero a él le valía gorro y la seguía viendo, pero hubo un momento en que quizás por los golpes o el maltrato hacía su persona, lo hace que se fugue del domicilio paterno; se refugia con su Madre, le comenta el trato que su papa le daba, su madre, no iba a permitir que su hijo siguiera soportando los desplantes de su padre, por lo cual lo conmina a que se quede en su hogar en ese pobre refugio, fabricado con huesos de palapa y cubiertos de cartón, el día en que se fue, su padre lo va a buscar, su pobre madre antes de que llegara, le dice a su hijo que se esconda, así que recibe al Señor en compañía de su hijo Enrique.
El padre de Jesús, se le enfrenta a Doña Juana, sacando la pistola le ordena que le entregue a su hijo, la pobre señora con el miedo y los nervios invadiendo su cuerpo, armándose de valor le contesta, que ella no lo tiene, que si quiere que pase a buscarlo y si lo encuentra que se lo lleve, al punto de estallar como volcán, el señor tira un balazo al aire, y le dice: “Vengo a las ocho de la noche, si a esa hora no me entregas a mi hijo, date por muerta, no me tentaré el corazón para meterte una bala en tu cuerpo” . Jesús, que se encontraba escondido debajo de una meseta de una pequeña barda, después le comentó a su madre que se quería salir para irse con su papá y así evitarle problemas, pero tuvo miedo, de que al salir, su papá fuera a lastimarla.
Se llegó la hora, pero antes, quizás una hora, Jesús le dice a Enrique, que se había lastimado un dedo del pie, resultado de haberse cortado con un vidrio, efectivamente, se le ve el pie manchado de sangre e incluso todavía chorreándole el liquido sanguíneo, por lo cual decide ir a curarse a la cruz roja, instalada en ese entonces en la parte trasera de la Catedral, ahí donde también se encontraban los bomberos. Enrique, le pregunta que si se va a tardar, porque ya no tarda en llegar su mamá para llevarse las tortillas a vender, él le dice que no, en tan pronto le hagan la curación se regresa de inmediato, que le diga su Mamá que no se tarda.
Habremos de comentar un poco aparte de la narración que desde ese momento, quizás año del 56, hasta los años noventa, Jesús no regresaba, era de suponerse que no encontraba las instalaciones de la Cruz Roja, o se perdió y ya no supo llegar a su casa.
A eso de las 9 de la noche, llega al domicilio el Padre de Jesús, a Doña Juana la tuvieron que mandar a traer al mercado, cuando llegó, viene el militar y saca la pistola y le dice: Te dije que si no me dabas a Chucho te iba a matar, la pobre señora, toda acongojada y no con miedo por la pistola, sino porque su hijo no regresaba, le comenta al fulano, que Jesús había tenido un accidente y se había ido a curar al Centro, pero que ya se había tardado y no volvía, el militar al ver el rostro desencajado de la señora, guarda el arma y sale a toda prisa a buscar al chamaco, pero este no es encontrado, nadie sabe de él, se esfumó, fue tragado por la tierra, todos preguntaban ¿Adonde se habrá ido? Pero era una interrogante que nunca fue contestada, porque el tiempo verdugo del reloj, siguió su marcha sin detenerse, dejando una huella de tristeza y de dolor en el hogar de la pobre mujer, que todavía con el paso de los años se preguntaba, ¿Dios Mío, por que se fue? (Continuara........)