jueves, 27 de febrero de 2014

LA LAVANDERA (capitulo 10)

Aquí deseo insertar lo que en mi relato de MI VIDA anote:
Salimos de Tenosique rumbo al Triunfo, tardamos aproximadamente unos 45 minutos para llegar a la villa del Triunfo, estando ahí, me señaló Jorge una casa, diciéndome “ahí vive el viejo”, como tenía unas rencillas con la mujer de Chucho, le mandó a llamar con un niño, nosotros fuera del carro, enfrente de donde se encuentra la Delegación Municipal, procedimos a esperarlo, no tardó en aparecer, un gran hombre, casi barbado de un color serio moreno, tirándole a negro como la noche, iba en short sin camisa, se acercó a nosotros, Jorge lo saludó diciéndole: “Que tal viejo, venimos a que veas este carro, porque está fallando, quiere ver que es lo que tiene, para que lo repares”, mi hermano serio contestó: “Claro orita lo vemos”, pero al estar diciendo esto, se nos quedó viendo como queriendo adivinar algo, pero ese algo yo creo que jamás imagino lo que era; Jorge volvió a decirle “Ya vistes negro de donde son las placas del taxi” mi hermano contestó “Si, son de mi tierra”, pero quería adivinar ese algo que tal vez presentía, pero como lo vuelvo a repetir jamás se imaginó lo que iba a suceder, volvió al ataque Jorge “¿Negro no te recuerda nada ese taxi?”, Mi hermano “Claro que si, a mi familia que tengo allá”, Jorge “Pues mira te presento a Enrique, tu hermano que vino a verte desde Acapulco”, creo que Chucho no oyó todo lo que Jorge le dijo, porque casi con los ojos nublados por lo que quizás fueron el asomo unas lagrimas, me miro fijamente a la cara, se quedó petrificado como que quizás creía que era una broma o porque no decirlo un sueño con los ojos abiertos, yo como es lógico me acerqué a él, lo abrace, también porque no decirlo con lágrimas en mis ojos, de alegría de ver a ese hermano del cual yo tenía muchos años de no ver.

Ahí estaba el primer hijo de mi Madre, el producto de sus tantas preocupaciones, pero en fin él estaba delante de mí, yo lo tenía tan cerca, que también no podía creer que lo íbamos a encontrar tan bien, con esa panza de borracho tequilero, pero ahí estaba, el ya repuesto de la sorpresa se dejó abrazar, preguntando cómo estaba mi Mamá, le dije: “Mira no vengo solo, el es Nicolás (por referencia ya sabía de Nico), en Tenosique se encuentra mi Jefa esperándote, porque la traje especialmente a verte, a comprobar que aún vives, arréglate porque te vas a ir con nosotros”, él accedió, se regresó a su casa a traerse su camisa, volvió donde nosotros estábamos, nos subimos al taxi, volviendo de regreso a Tenosique, al encuentro de dos seres que tenían muchas ganas de verse, se tenían mucho amor, mucho cariño y también un gran recuerdo.

Tanto Jesús como doña Juana no midieron el caudal de sus lagrimas, él, llorando sobre su hombro y ella tratando de abrazar a ese gran gigante que tenía en sus brazos, todo un cuadro recordando las santas escrituras evocando el regreso del hijo prodigo, jamás ninguno de los dos se imagino que un día se volverían a encontrar, lejos del ogro que represento el padre de Jesús, pero ahí estaban los dos sin querer despejarse, los que presenciamos esta escena, se nos hizo un nudo en la garganta, quien narra esto, no pudo y desbordó en un llanto silencioso, me dio mucho gusto ver a mi hermano pero más satisfacción sentía de que mi Madre hubiese tenido la dicha de volver a abrazar a su hijo, aunque ya la desgracia se cernía sobre nuestra familia.

Aún recuerdo cuando llegamos a Tenosique, le dije a Chucho: “Mira ella es mi Mamá,” -pobre iluso, si el, sin verla y con sólo tocarle la mano supiese que ella era su Madre, porque el físico podrá cambiar a través de los años, pero el sentimiento jamás- mi Madre ya conocía a su hijo, creo que salieron sobrando mis presentaciones; Lo hermoso fue ese abrazo tan lleno de cariño, inmenso en amor, repleto de ternura, que comprendí que era lo que faltaba para que mi Madrecita fuera completamente feliz, vi esa felicidad reflejada en los ojos de mi Jefecita, lo tedioso del viaje se disipó, ella estaba radiante de felicidad; Como es el cariño de una Madre, que perdona todo, al solo encuentro del hijo –no descarriado- que desde hace tiempo se le había perdido, pero frente a ella, él estaba, ahí se encontraba el motivo de sus tantas noches de desvelos, noches llenas de llanto, también por así decirlo, noches de consumo de cigarros por el nerviosismo, pero nuevamente estaban juntos, sentí que esa felicidad se extendía hacía mi, claro, porque yo formaba parte de esa unión, además de que me sentía realmente contento, porque le había cumplido un deseo –casi sin saberlo- para poderse ir feliz mi Madre de este mundo, pero ese será un comentario aparte.

Ya pasada la emoción, procedimos a irnos con Jesús al lugar donde él vivía, a El Triunfo, emprendimos el viaje sólo la familia, los familiares de Tenosique como es lógico no nos acompañaron, porque según tenían diferencias con la mujer de Chucho; Llegando al Triunfo se nos presentó a la familia de mi hermano, su mujer y sus tres hijos, algo bueno sucedió pues en ese momento mi Jefa se identificó con la familia, fueron días que pasaron en completa armonía, pero es lógico toda felicidad no es duradera, después de pasear por el Triunfo y lugares aledaños, como sitios arqueológicos, procedimos a hacer maletas para regresar al “rancho”, con el dolor reflejado en el rostro de mi hermano por nuestra partida, el quiso que nos quedáramos otros días mas, pero no podíamos extender por más tiempo la visita, arreglamos todo, revisamos el carro y vamos de retache, pasamos a Tenosique a despedirnos de la ex=familia de Chucho, prometiendo volver pronto.

Llegando a Acapulco, seguimos en nuestra rutina, doña Juana sin querer dejar el lavadero, ya que pues era su modo de pasar el día en compañía de sus amigas, comiendo unas buenas enchiladas o picadas, acompañadas de un rico y frio chilate, quien esto escribe, cuando tenía oportunidad me descolgaba con el taxi y me tomaba mi buen vaso de chilate. La señora por lo regular vivía en la Zapata, pero como no dejaba solo a su hijo se venía a su departamento y ahí le preparaba su desayuno para irse a trabajar, quedándose a hacer el aseo y de ahí, irse a la lavandería aproximadamente a las 12 del día, en ocasiones se quedaba a dormir, pasaba largas temporadas en el departamento, ya a la zapata iba en el transcurso de la mañana.

Podemos anotar de que Doña Juana tenía un rostro adusto que la mayoría de las personas la catalogaban como una persona muy enojona, pero todo lo contrario, le gustaba mucho platicar y cuando lo hacía no había quien la parara, su gusto fue siempre el de tomarse una coronita al tiempo en la mañana, por las tardes o en las noches fumaba sus cigarros delicados o cuando había para más unos fiesta, claro este material se lo proveía Enrique, quien siempre le llevaba su paquete de cigarros y le compraba su cartón de cervezas.

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