lunes, 3 de mayo de 2010

ENTRE LA LLUVIA Y MI PENAR.



Todo sucedió en una fría tarde del mes de febrero, una leve llovizna caía, pero yo permanecía esperándote.

Jamás olvidaré ese día, era 14 día del amor y la amistad. En cada rincón y por todos lados observaba pareja de enamorados, llevaba en mis manos tu regalo y un ramo de claveles, esos que te gustaban, los que adornaban la sala de espera de tu casa, los que olían a pureza del amor que nos profesamos; pero quizás lo presentía pero no lo aceptaba, tenía tiempo que te veía con una indiferencia que hacía sentir temor por lo nuestro.

Mis amigos me comentaban que te habían visto del brazo de otro, pero no les creía, porque sabía que tu no eras capaz de jugarme una traición, mi amor era tan grande que un rumor no lo podía terminar, creía ciegamente en tu amor, todo mi mundo giraba en torno al tuyo, miraba por tus ojos y lo que tu me decías esa era la verdad, jamás puse en entredicho tus acciones, te justificaba en todo momento, incluso, en el seno familiar se producían disgustos mi defensa hacía ti.

Mi pobre madre, me lo advirtió: “Esa mujer no es digna de tu amor, solo quiere burlarse de ti”, pero el amor es ciego, o quizás somos nosotros quienes le ponemos una venda, te seguía siendo fiel, quizás ese fue mi error, esa fue mi falta, fui un necio al no querer mirar la realidad en tus acciones.

Cuando te invitaba a salir, siempre estabas cansada o ibas a salir con tu mamá, cuando te encontraba saliendo del trabajo y te invitaba al cine, pretextabas que te dolía la cabeza, sin embargo todo lo comprendía y te justificaba.

Y ahí estaba en ese sitio en que me citaste para vernos, esperando que llegaras para llenarte de besos, abrazarte y acariciarte, sentirte mía, sólo mía, demostrarte cuán grande era mi amor por ti, que no me importaban los rumores, porque sólo eran eso, sólo rumores.

La llovizna no cesaba, pero no importaba, me mantenía firme. Y llegaste, te veías tan linda con ese vestido rojo entallado, con esos labios de rojo carmesí, con ese andar tan frívolo como te conocí, pero con una seriedad que no te había visto, extrañe tu sonrisa, tus dientes nacarados y esos hoyuelos que se te dibujaban en tus mejillas.

Te abracé, al momento extendí mi brazos para ofrecerte mis regalos, secamente me dijiste que teníamos que hablar, era necesario aclarar algunas cosas.

Me expresaste que lo nuestro no podía seguir, que te habías equivocado, que no era la persona ideal, que por el momento preferías estar sin una pareja; sin entenderte, sólo te miraba, lo hacía sorprendido porque no me explicaba tu actitud, no aceptaba tu decisión, me rebelaba a acatarla, más sin embargo no te decía nada, solo te miraba, no podía articular palabra alguna, quedé anonadado, como estatua estaba clavado en el suelo, y la tenue lluvia cayendo, con el rostro mojado, solo acertaba a mirarte, no daba crédito a lo que oía.

Me diste el regalo, un libro que se trataba sobre el General Rovere y escrito en la primera pagina una dedicación que decía: “PARA TI MI AMOR, CON TODO MI CARIÑO, FELIZ 14 DE FEBRERO”. Que dedicación tan irónica, que burla escrita en un papel, que sadismo en esa frase, pero que sufrimiento el que sentía al estar mirándola, de mis ojos surgieron unas gotas de agua salada que mojaron mi rostro, quizás no te diste cuenta porque, mis lagrimas se confundieron con la lluvia.

Más reponiéndome de la impresión solo acerté a decir, “como tú lo desees”, no tuve el valor de defender tu amor, me dejé llevar por tus argumentos, los míos no contaron, y así como fríamente me diste tu regalo, tuviste el cinismo de darme un beso en la boca y dándote media vuelta me deseaste mucha suerte. Yo me quedé ahí aturdido, con mi rostro mojado por la lluvia y por mis lágrimas, la lluvia no me molestaba, no me importaba que me vieran llorando, sabía que todos dirían que era mi rostro mojado por la lluvia, pero sólo yo sabía que el cielo lloró por mi tristeza tan grande, y ahí quedé ENTRE LA LLUVIA Y MI PENAR.

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