Amar y ser amada, fue siempre mi sueño, sabia que eso merecía, porque al contacto del amor me entregaba por completo, jamás pensé que el amor era un juego que terminaba en el matrimonio, para mi el amor era la entrega total, la felicidad en todo su esplendor, el que dos almas se fundieran en una sola.
Cuando te conocí, miles de ilusiones se forjaron en mi corazón, cuando me declaraste tu amor, mis pensamientos cruzaron los umbrales de la felicidad, mi mundo lo eras tu, representabas el amor que tanto había esperado, la dicha eterna para compartirla solamente tu y yo. Soñé que nuestro amor duraría para toda nuestra existencia, y cuando Dios nos otorgo el don de ser padres, mi felicidad se multiplico aún mucho más.
Tanta felicidad se desbordó en nuestro hogar con la llegada de nuestros pequeños, nuestro hogar siempre estaba lleno de risas infantiles, me entregue por completo en atenderlos, mi atención se centraba solo en ustedes, ese era mi mundo, esta hermosa familia que habíamos formado, de la cual me sentía satisfecha y muy orgullosa.
Pero algo pasó, quizás por tus múltiples ocupaciones, te fuiste separando corporalmente de nuestras vidas, surgió la indiferencia por tu parte, pero al principio esto no lo notaba porque nuestros hijos todavía estaban pequeños y en ellos volcaba todo el amor y la ternura que tú olvidabas proporcionarme. Quizás yo tuve la culpa por no saber atender a tiempo tu indiferencia, por no preguntar que es lo que estaba sucediendo.
Tu alejamiento de mi persona se fue haciendo cada vez mas notable, nuestros hijos crecían, pero crecían con todo el amor de su padre y de su madre, ellos no veían el cambio que se había operado en nosotros, no entendían todavía que en nuestro hogar se estaba extinguiendo la llama del amor que existía entre sus padres.
Yo seguía callando, no te reprochaba nada porque sentía que eran tus labores diarias las que te estaban alejando de mí, pero yo insistía en que nuestro amor siguiera latente, pero con verdadera tristeza notaba que tu te volvías cada vez más apático, ya no era tu trabajo, eran tus amigos los que absorbían el tiempo que dedicabas para nosotros, y así con tu indiferencia, poco a poco empecé a olvidarte, eran otras las faenas que me mantenían ocupada para poder seguir viviendo en tu compañía, con hondo dolor puedo decirte que mientras tu te alejabas de nuestro hogar, yo me dedicaba a perderte.
Te quiero no puedo negártelo, porque representas la mitad de mi hogar, eres el padre de mis hijos, pero sobre todo, porque no puedo dejarte de querer como lo que fuiste el gran amor de mi vida, pero ya no te amo, no te amo, porque no fuiste capaz de valorar en toda su extensión el gran amor que te tenía, hoy en día podrás tener mi cuerpo, pero jamás volverás a tener mi corazón, ese corazón que has dejado todo herido y maltrecho por tu indiferencia.
No me pidas que volvamos a intentarlo, porque me lastimas aún más, sigue siendo el ejemplo en tus hijos, el hombre recto de nuestro hogar, sigue siendo la figura de esposo en nuestro matrimonio, pero no me pidas que te vuelva a amar, porque aunque yo lo quisiera, es mi corazón el que te está rechazando, sigamos como siempre, guardándonos el respeto y el cariño que siempre nos hemos profesado, guardemos las apariencias para seguir siendo felices en compañía de nuestros hijos.
Cuando te conocí, miles de ilusiones se forjaron en mi corazón, cuando me declaraste tu amor, mis pensamientos cruzaron los umbrales de la felicidad, mi mundo lo eras tu, representabas el amor que tanto había esperado, la dicha eterna para compartirla solamente tu y yo. Soñé que nuestro amor duraría para toda nuestra existencia, y cuando Dios nos otorgo el don de ser padres, mi felicidad se multiplico aún mucho más.
Tanta felicidad se desbordó en nuestro hogar con la llegada de nuestros pequeños, nuestro hogar siempre estaba lleno de risas infantiles, me entregue por completo en atenderlos, mi atención se centraba solo en ustedes, ese era mi mundo, esta hermosa familia que habíamos formado, de la cual me sentía satisfecha y muy orgullosa.
Pero algo pasó, quizás por tus múltiples ocupaciones, te fuiste separando corporalmente de nuestras vidas, surgió la indiferencia por tu parte, pero al principio esto no lo notaba porque nuestros hijos todavía estaban pequeños y en ellos volcaba todo el amor y la ternura que tú olvidabas proporcionarme. Quizás yo tuve la culpa por no saber atender a tiempo tu indiferencia, por no preguntar que es lo que estaba sucediendo.
Tu alejamiento de mi persona se fue haciendo cada vez mas notable, nuestros hijos crecían, pero crecían con todo el amor de su padre y de su madre, ellos no veían el cambio que se había operado en nosotros, no entendían todavía que en nuestro hogar se estaba extinguiendo la llama del amor que existía entre sus padres.
Yo seguía callando, no te reprochaba nada porque sentía que eran tus labores diarias las que te estaban alejando de mí, pero yo insistía en que nuestro amor siguiera latente, pero con verdadera tristeza notaba que tu te volvías cada vez más apático, ya no era tu trabajo, eran tus amigos los que absorbían el tiempo que dedicabas para nosotros, y así con tu indiferencia, poco a poco empecé a olvidarte, eran otras las faenas que me mantenían ocupada para poder seguir viviendo en tu compañía, con hondo dolor puedo decirte que mientras tu te alejabas de nuestro hogar, yo me dedicaba a perderte.
Te quiero no puedo negártelo, porque representas la mitad de mi hogar, eres el padre de mis hijos, pero sobre todo, porque no puedo dejarte de querer como lo que fuiste el gran amor de mi vida, pero ya no te amo, no te amo, porque no fuiste capaz de valorar en toda su extensión el gran amor que te tenía, hoy en día podrás tener mi cuerpo, pero jamás volverás a tener mi corazón, ese corazón que has dejado todo herido y maltrecho por tu indiferencia.
No me pidas que volvamos a intentarlo, porque me lastimas aún más, sigue siendo el ejemplo en tus hijos, el hombre recto de nuestro hogar, sigue siendo la figura de esposo en nuestro matrimonio, pero no me pidas que te vuelva a amar, porque aunque yo lo quisiera, es mi corazón el que te está rechazando, sigamos como siempre, guardándonos el respeto y el cariño que siempre nos hemos profesado, guardemos las apariencias para seguir siendo felices en compañía de nuestros hijos.
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