viernes, 29 de agosto de 2008

TU PRIMERA RELACION.

Estabas frente a mi, con ese cuerpo como manjar apetecible para cualquier ser humano, fresca y lozana, con ese perfume tan embriagador para mis sentidos; viéndote así tan bella y cautivadora, no resistí la tentación de acariciarte, subyugarme ante tu cuerpo, ese cuerpo que por tanto tiempo he deseado, que en ese momento se encontraba casi junto al mío, empecé por tocarte la mano, besándote en la punta de los dedos tuve el placer de llegar hasta tu cuello, sentí en mis labios esa piel tan delicada y fina que por un instante nublo mis sentidos.

Seguí acariciándote, besándote, con mis labios te besaba y con mis manos exploraba todo tu cuerpo, percibí un ligero temblor en tu piel, pero esto no fue obstáculo para seguir embelesándome en lo flexible de tu piel, seguí con el lóbulo de tus senos, esos pechos que apenas se vienen abriendo a la vida, pero que han estado abiertos a mis mórbidas caricias.

Creía que estaba soñando, pero dentro de este sueño no quería que me despertaran, porque estaba gozando del gran deleite de tener entre mis manos todo tu cuerpo; después de despojarte de tu brasier acometí como bestia feroz a llenar de besos tus senos, tan pequeños, tan sonrosados, pero también tan apetecibles, poco a poco y sin ninguna prisa, mis labios se llenaban de tener dentro de ellos esos pequeños botones que encendían aún más mi pasión ya desenfrenada.

Te despojé de tu blusa y tu sostén se cayó, ya nada cubría tus pechos, estaban sueltos como suelta estaba mi pasión que en esos momentos pedía más y más, subí mis labios a los tuyos que estaban esperando a que los rozara para seguir en el éxtasis de la pasión tan encendida, mis manos seguían explorando todo tu cuerpo, y de pronto llegó a ese montículo tan escondido que solo mis dedos pudieron descubrir, el cual ansioso estaba de mis caricias.

Poco a poco y sin prisas, te fui despojando de tu falda, tu no opusiste resistencia, estabas de acuerdo, querías que mis manos fueran un poco más aprisa, pero yo quería que esto se volviera un suceso inolvidable, por eso lo hacía tan despacio, tu urgías a mi mano a seguir tocando tu parte intima, pero yo decía que todavía no era el momento apropiado, te seguí besando, me turnaba de tu boca a tu busto, y de tu busto a la boca, con mis manos acariciaba todo tu cuerpo y con mi boca te besaba sutilmente.

Se llegó el momento en que no pude más, tu prenda intima salió de entre tus piernas, y mi mano empezó a hurgar tu sexo, un placer indescriptible nublo toda mi razón, seguí con mis dedos tocándote, acariciándote tu clítoris, ese cuerpo pequeño y carnoso, que en ese momento solo mis dedos tenían el placer de acariciar, en ese momento tus besos eran más violentos, me mordías los labios, y poco a poco me fuiste despojando de mi ropa; camisa, pantalón y ropa intima cayeron, juntándose en el suelo con las tuyas, igual que nuestros cuerpo se unían más y mas.

La pasión era como un huracán, que no pedía permiso para arrasar, solo seguir su paso para poder terminar en calma, pero en esos momentos, no conocíamos la calma estábamos conociendo todo nuestro cuerpo. Yo seguía besándote acariciando tu vulva, tú mientras tanto sostenías mi pene entre tus manos y lo colocabas en tu parte interna, yo aún no lo deseaba, sentía que todavía no era el momento, anhelaba seguir amándonos, que ese momento se prologara todavía un poco más antes de la penetración, pero tu ya te encontrabas mojada por la excitación y de tus labios salían los gemidos de esa pasión que en esos momentos nos inundaba, yo te pedía más caricias, besos, el exploramiento de tu cuerpo.

Pero tu te negabas, insistías en que te penetrara, yo me resistía pero al cabo de corto tiempo, yo también necesitaba el desahogar toda mi pasión, y fue entonces que accedí a tu petición, fuiste tu misma quien coloco mi pene en tu clítoris y poco a poco fui penetrándote, sentí el placer, mi ser se estremeció, en ese momento no tenía pensamientos de ninguna índole, nada me importaba, el mundo y su gente no existían, éramos tu y yo dándole rienda suelta a nuestros instintos sexuales, nuestro universo era esa relación que estábamos teniendo, nos encontrábamos como Adán y Eva, ese era nuestro paraíso y no queríamos que terminara porque estábamos disfrutando el momento.

No percibí ningún dolor en ti, pero emitías leves quejidos, creía que era de placer, de gozo, pero después me di cuenta de que en ese momento me estabas entregando tu virginidad, era el primer hombre en tu vida, era la primera relación sexual que tenías, era la combinación del placer y del dolor, pero jamás doblegaste tu cuerpo, seguiste con un desmesurado frenesí, que hiciste nublar mis sentidos.

Fue como un remolino de pasiones, como una manada desbocada, como una tormenta que en cada momento arreciaba, no podíamos detenernos, seguíamos amándonos, estábamos unidos en nuestra pasión, ahí en ese pequeño espacio se libraba una batalla de fogosidades sin limite, nos unimos en un solo ser. En el momento del orgasmo subimos a la gloria, pedíamos más y más, ya no era suficiente uno deseábamos otro y otro, nos complacimos estuvimos largo rato haciendo el amor, amando uno al otro, entregándonos sin reservas y sin miramientos.

Pero esa pasión encendida fue decreciendo y poco a poco las aguas volvieron a su nivel, ya un poco calmados, nos preguntamos ¿Qué hicimos? Pero también nos contestamos, nos amamos, aprovechamos el momento para demostrar que tan grande es nuestro amor, pero lo más importante conocimos nuestro cuerpo, supimos llegar a la cumbre del éxtasis, traspasamos las fronteras de la sexualidad, nos entregamos en cuerpo y alma, reafirmamos nuestra pasión y lo más importante con la realización del acto sexual, nos identificamos más plenamente.

Todo sucedió en un momento, no hubo reproches ni lamentaciones, fue la pasión la que nos gano, triunfo el amor, vencimos nuestros temores, nos juramos amor eterno, defenderlo de todo y de todos, ya había algo que nos identificaba, había plena madurez en nuestro acto, sobre todo habías saltado de ser una adolescente a ser una mujer, me habías entregado tu virginidad como prueba de tu amor, ese amor que jamás defraudare, porque te quiero tanto, como quiero a mi propia vida.

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