lunes, 13 de enero de 2014

LA LAVANDERA (capitulo 8 )

Doña Juana, mucho sintió la ausencia de Bibiana, a pesar de que su consentida era Vicky, ella mucho protegía a Bibiana, quizás por ser una mujer que desde niña dio a demostrar su gran responsabilidad en los deberes hogareños como en los de la fonda, jamás se quejó de que se iban temprano y que regresaban tarde de la fonda, la cual por cierto ya era propiedad de Mayon, se veló y se enterró a Bibiana, además de que por iniciativa de Doña Juana, se le hizo una pequeña lapida, con sus dos flores a los lados y una placa en la cual anotaron que en ese lugar descansaba la Señorita Bibiana Galeana Hernández, su fecha de nacimiento: 2 de diciembre de 1950 y su fecha de defunción 9 de mayo de 1973, recuerdo de su madre, tía y hermanos. D.E.P.

Quizás ese haya sido el motivo por el cual Mayòn vendió su fonda, así que las piezas del ajedrez en la vida de estas tres mujeres se movieron, Mayòn y Rosita en la venta de tortillas, Juana se dedico a seguir lavando ajeno, a pesar de que su hijo Enrique ya no quería que lo hiciera, y no es porque le diera vergüenza, sino que pues el ya trabajaba en un banco y ya podía darle más dinero, pero como dice una canción: No cabe duda, que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor, de la locura de haber deshecho el horno en donde hacían las tortillas, nadie se acordaba de eso, pero quizás doña Juana no se quería apartar de la lavada, no tanto porque llevara mucha ropa a lavar, sino que para no quedarse sola en la casa prefería irse a cotorrear con la banda de las demás lavanderas, ese era más que nada el motivo por el cual ella iba todos los días a la lavandería, excepto los domingos que es cuando se quedaban en casa a descansar, es que anteriormente Enrique trabaja hasta los sábados en el banco.

Un nuevo golpe le da la vida a Juana López, a mediados del año de 1979, su hijo Enrique sufre un accidente casi llegando a su casa en la fábrica, en este accidente quedó todo destrozado el automóvil de su hijo, un Volkswagen, la gente comentó y así se lo hizo saber a la señora, de que su hijo estaba muerto, ella se encontraba acostada en una hamaca, cuando llego una mujer diciéndole “Doña Juana, vaya a recoger a su hijo, tuvo un choque y esta muerto” de verdad bonita la forma que tiene la gente de mi pueblo para dar las noticias, ella acudió al lugar del accidente, pero ya lo estaba atendiendo el hijo de un Diputado, el cual insistió en llevarlo a un hospital, lo internaron en el Centro Medico, se podría decir que no tenía ninguna fractura de consideración, solo un golpe en el mentón y los huesos todo adoloridos por el golpe del choque que fue de frente.

Doña Juana, se va con su hijo y se queda en el hospital a esperarlo que se recupere, pero no le dan tanto tiempo, ya que al otro día, casi al mediodía, se lo llevan detenido y es recluido en la cárcel municipal por delitos en propiedad ajena, Doña Juana no sabe que hacer, Jaime por ser el hermano mayor se encarga de arreglar todo, pero debido a que el es demasiado practico, le dice a Enrique que no lo van a dejar salir hasta que pague todos los daños, después de golpeado, aporreado. Pero el tipo del otro carro, rectifica y reconoce que el tuvo la culpa, Enrique sale en compañía de su madre y de Jaime, y se lo llevan a vivir al hogar de Jaime (quien ya estaba casado). Todos los días que Enrique estuvo con Jaime, doña Juana se la pasó cuidando a su hijo, hasta que este cansado, quiso dejar la comodidad de estar puro acostado y decidió junto con su mamá, irse a su casa en la zapata.

Pero doña Juana se queda aún sorprendida, cuando al llegar a su casa, les dice su hijo: se preparan porque nos vamos de vacaciones (en ese entonces la señora tenía en su casa viviendo a Leticia, su nieta, hija de Victoria), diciendo y haciendo, Enrique se quita todas las vendas tanto del cuerpo que le tenían sujeto el brazo, como los de las costillas, se baña, hace maletas y junto con doña Juana y Leticia, salen fuera del puerto. Primero llegaron a Monterrey, donde Enrique tenía amigos que había conocido cuando en sus vacaciones lo invitaron a conocer esa ciudad regiomontana, pasados algunos días, se fueron a Guanajuato (Leòn, Irapuato, Guanajuato, Silao y el Cerro del cubilete). Pasearon, se divirtieron, visitaron las momias, al Cristo, la alhóndiga, la catedral, el monumento al Pípila, en fin un bonito paseo, posteriormente enfilaron sus pasos a la ciudad de México y de ahí a Acapulco.

La vida sigue su curso, Enrique aprovecha una ocasión en que su madre se enferma y la lleva al doctor a que la revise, estando en el consultorio, entra primero a hablar con el galeno y le pide a este, que le diga a su mamá que ya no siga lavando, porque le hace daño, ya que puede llegar a enfermarse de los pulmones o a sufrir fatiga por el exceso del trabajo, pero el doctor interroga a Enrique respecto a esta actividad, al ultimo le dice que no le prohíba lo que le gusta a su mamá, ya que si lo hace se le puede enfermar y quizás esta tristeza la lleve a la muerte.

A Enrique le dan un departamento por parte del infonavit, pero veamos antes que es lo que pasó con el lugar en donde vivían, así que retrocedamos el tiempo.

A principios de los años 80’s, después de haber estado como paracaidista en las colonias del Jardín, campo de tiro y barranca de la laja, a doña Juana le asignan un terreno ubicado, en lo que eran unas huertas localizadas en las afueras de Acapulco, concretamente a un costado de la carretera federal que conduce a la ciudad de México, D. F., al que le denominaron colonia Emiliano Zapata, donde estableció lo que posteriormente sería su hogar, empezando con una estructura hecha de fajillas y hojas de palmera cubriéndola, con un techo de laminas de cartón, como en ese entonces no llegaba la energía eléctrica, se ayudaban con candiles de latón y un mechón.

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