Pero ya lo anotábamos desde el principio, al parecer el estigma de Doña Juana, era el estar siempre tras de un lavadero. Quizás algo que se nos pasa decir, que tal parece que estas tres mujeres hicieron un pacto de no hombre en sus vidas, ya que ninguna tuvo amoríos con alguna persona, claro que fuera realmente conocido, Juana López se dedicó completamente al cuidado de su hijo Enrique, Rosita Soto en cuidar a Víctor y a Carlos, solo Mayon que quizás por lo cansado de su trabajo o de su carácter tan bonachón y alegre, decidió dejar el cuidado de sus hijos a Juana. Doña Juana aprovecha, después de algunos meses de estar yendo a lavar a las instalaciones de la fábrica, la proposición de la líder de las lavanderas de nombre Doña Vicenta (una mujer delgada con su rostro lleno de arrugas que parecía ciruela pasa) persona de un carácter tolerante, pero sobre todo con su gesto de bondad, que ayudaba a medio mundo, pues le propone que se quede como propietaria de un lavadero, lo único que tenia que hacer, era pagar mensualmente una pequeña cuota, ya que ellas estaban adheridas a la unión de mujeres revolucionarias.
Esta organización fue fundada por la Señora María de la O, mujer revolucionaria, ligada a las causas nobles de los hermanos Escuderos, por cierto su tumba se encuentra en el panteón de San Francisco, justamente esta en la calle paralela de los lavaderos de la fábrica.
Es la década de los sesenta, más o menos en el año del 60 o 61, Enrique acepta la invitación de su padrino de primera comunión el Contramaestre de maquinas José Esquivel Ayala, para salir fuera de Acapulco, claro con la anuencia de su señora Madre, fueron cuatro largos meses, en que doña Juana tenía sobresaltos en la noche por la ausencia de su hijo, aunque esto lo aligeraba con la presencia de Mayon y Rosita y el irse a lavar a la lavandería, en donde contaba que se sentía sola sin la presencia de su hijo, en el mes de abril, desesperada la señora de no saber nada de su hijo, aprovechando que su compadre, fue a visitarla para notificarle que Enrique se encontraba bien feliz en Manzanillo, Colima, le expresa en una forma de broma: Sabe que compadre, ya quiero que me mande a mi criatura, la extraño demasiado, si usted no lo hace, le voy a echar brujería, jajajajajajaja como si la señora se dedicara a esos menesteres.
Es el motivo principal por el cual, acompañado de un oficial del buque de Guerra Cañonero Potosí, llega Enrique a la lavandería que en ese entonces se encontraba ubicada junto a la planta de la Industria de Hielo y Agua, para lo cual el marino al hacer entrega del niño, le dice a la madre: Señora, vengo a entregarle a este joven, que durante el trayecto en el barco, se ha comportado de una forma excelente, me fue recomendado que lo dejara y entregara a usted en sus manos, dándole las más expresivas gracias mi contramaestre José Esquivel, pidiéndole de antemano la tardanza. Cuando quedan a solas, doña Juana ve a su hijo de forma muy diferente, gordo, cachetón, de color mas Blanco (él era de color moreno), el pelo grifo y güero, deja de lavar y notifica a sus amigas de lavadero, que su hijo ya había llegado, lo abrazaba y lo adelantaba para que sus amigas lo vieran, el chavo todo chiveado, nada más se escondía en las espaldas de su madre.
Al llegar su hijo, la señora con todo y pena acude a la escuela primaria en que estudiaba Enrique, para notificarle al director que su hijo ya iba a regresar a clases, este le indica que se lo comunique a su profesor, para que vea si sigue todavía en la lista de alumnos que el preside, todo se arregla, con la condición del maestro Zenón de que Enrique se pusiera a estudiar para que se regularice en sus estudios, ya que por la falta a clases de 3 meses se suponía que estaba atrasado. Pero esa labor para la señora era de lo más fácil, ya que ponía a su hijo a que le macheteara y esto era no dejándolo salir a jugar futbol con sus compañeros, Doña Juana no era una persona preparada, pero ante sus hijos daba la impresión de que había tenido estudios, era muy estricta en cuestiones escolares.
A principio de los años sesenta, Enrique termina sus estudios primarios e ingresa a la secundaria Técnica, escuela en la cual ya Jaime cursaba el tercer año, hemos de hacer notar que por estas fechas, le llegan noticias a doña Juana de su hijo Jesús, el le manda una extensa carta, en la cual le explica los motivos por lo cual tuvo que salir huyendo de su bello puerto, diciéndole que era mucho el amor que le tenía, que ella representaba para él lo más sagrado de la vida, motivo por el cual le dolía mucho que su padre la insultara y en ocasiones la golpeara, ya que el mismo sufrió en carne propia el mal genio por la ordenanza militar de su progenitor, le pedía perdón y le suplica que no le guarde rencor, ya que era mejor mantenerse alejado, en virtud de que comprendía que él era la causa por la cual su padre se comportaba de esa manera. Habremos de anotar que Jesús anduvo como emigrante en los estados de Quintana Roo, Campeche y Tabasco, cuando le envió esta carta la cual por cierto venía acompañada por unos cortes de tela, para que según él, su madre se hiciera unos lindos vestidos.
Cuando Enrique le leía las cartas a su madre, él se emocionaba mucho de lo que su hermano escribía, ya que en ellas indicaba que se encontraba trabajando en la selva lacandona y que por tiempos bajaba a la ciudad, que es cuando Jesús aprovechaba para comprar lo que necesitaba y mandarle la carta a su mamá, como todo joven, Enrique imaginaba la selva llena de animales, así que platicando con Doña Juana, le dijo que le iba a pedir un monito a su hermano.
viernes, 10 de enero de 2014
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