Señora –tercio Freddysbundo- si me permite aclarárselo, pero deseo hacerlo cuando usted levante el puesto de comida, y claro me gustaría que estuviera presente don Eleuterio, creo que les debemos una explicación, pero la verdad no creo que sea el lugar ni el momento adecuado, por lo tanto le suplico nos tenga paciencia y esperemos a que usted termine, ya en la comodidad de su hogar y con la presencia de su esposo habremos de definir nuestra situación, ¿le parece?
A doña Evodia ya le latía que esto iba a suceder, pero era lógico no lo esperaba tan pronto, además de que viéndolo bien, pues Freddysbundo no era un mal chico, su físico era el apropiado para partido de su “hija”, había demostrado que su intención de cambiar fue verdadera, tenía un buen empleo y con sus trabajos extras pues tenía una condición económica muy desahogada, claro que si lo aceptaba como su yerno, pero el problema era como se iba a poner su marido, ya que nunca dejó, ni dejaba que se le acercara algún chico, era muy celoso con su “niña”, y ahora estos salen con que ya son novios, no, de que se va a armar se va armar, pero en fin no había otra opción, tenían que platicar con los muchachos, así que haciéndose la ofendida les dijo:
Está bien, esperare, pero de una vez se los digo, prepárense a ver como se lo dicen a mi “viejo”, ustedes ya lo conocen como es y dudo que vaya a aceptar. Mientras vayan sentándose para que cenen y no vayan a tener un coraje y con la panza de farol, ándale mi’ja tráete los refrescos, o ¿Quieres un atolito Freddy?
Mejor un atolito de mezquite doña Evodia –responde Freddy- pero con unos tamalitos de chipilín, una corunda y uno de quesito con rajas, ya usted sabe cómo me gustan.
Claro, m’ijo, claro que ya sé tus gustos, y tu mi hija ¿qué vas a cenar? –Pregunta, dirigiéndose a Dulce-
No te preocupes, tía, orita veo que me hago, a lo mejor sólo me tomo mi atolito de arroz de leche, en el restaurant estuve botaneando y casi no traigo tanta hambre.
Por cierto Dulce –exclama Freddy- llévale una caguama a don Eleuterio, porque de seguro está viendo las luchas de la triple A, creo que hoy le tocaba luchar a Místico, ándale, porque ha de estar bien emocionado y orita lo dudo que se vaya a parar de su reposet.
Terminando de cenar la pareja, esperan a Doña Evodia, le ayudan a levantar su puesto y a meter la mesa, las sillas y los demás enseres utilizados para la vendimia, se introducen a la vivienda de los tíos de Dulce, efectivamente dentro de la misma se encuentra don Eleuterio con la vista clavada en el televisor, pero no se le ve alegre, ni con la risa y voces llenas de improperios, al contrario se le nota el semblante serio y triste.
Se le acerca doña Evodia y le pregunta:
¿Qué te pasa viejito? ¿Por qué esa cara de velorio? ¿Te sientes indispuesto o te cayeron mal las enchiladas de frijol?
Eleuterio señalando la televisión les dice:
El Dr. Morales acaba de decir que asesinaron al hijo de cien caras, ese luchador que algunos dicen es descendiente de Carmelo Reyes, pero que en realidad ni son parientes, sino que le vendió el nombre para luchar, según, lo encontraron junto con el cadáver de una mujer, a bordo de una camioneta en la colonia Oxtopulco, de la delegación Coyoacán, allá en Mexicalpan de las tunas, y que su verdadero nombre era Eustacio o Ignacio Jiménez Ibarra, de 34 años de edad; no te digo mujer, apenas hace unos meses nos enteramos de que en el cuarto de un hotel de paso ubicado en la colonia Cuauhtémoc del D.F, al Espectrito y a la parkita los encontraron muertos, dizque de una congestión producida por un narcótico, y que según el procurador Mancera, se sospecha de dos sexoservidoras, tal parece que quieren acabar con todos los luchadores. (CONTINUARA)
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