martes, 13 de agosto de 2013
ESE NIÑO.
Como me gustaría volver a ser ese niño, que en el regazo de su madre descargaba todo su dolor y todas sus frustraciones, pero también disfrutaba sus encantos y sus alegrías.
Ese niño que la vida la veía de un modo diferente pero que la disfrutaba intensamente, porque no había ningún tipo de zozobras o violencia.
Ese niño que salía a jugar, que no miraba fronteras ni espacios, ese niño que sólo buscaba la felicidad al estar con sus amigos, sin preocuparles ni la economía, ni el tiempo mucho menos los odios y rencores, que cuando no había comida en casa, salía a la calle a buscar el medio de obtener dinero para comprarse un pedazo de queso y unas tortillas.
Ese niño que jamás renegó de su posición económica, porque no sabía tanto el valor del dinero, porque ignoraba que aquel que tiene es el que más se divierte, y el que no lo tiene es el que tanto sufre por ver su vida cada día más gris, porque su mundo era vivir feliz en ese mundo y jamás pensó que el tiempo correría y con el mismo tiempo él crecería.
Porque en esa tan temprana edad no se conoce el sufrimiento, se ignora el dolor y aún no le han presentado a la muerte, porque llora cuando se lastima, ríe cuando le cuentan un chiste y se lamenta cuando lo que intentaba no se pudo realizar, ese niño que jugó con su trompo de madera, con su yoyo del mismo material, con sus carros hechos de cartón, su rayuela con corcholatas, sus apuestas en cuadro con rondanas, sus pistolas con palitos de paleta, su antifaz hecho de tela, con su bicicleta sin un pedal, con sus calzones remendados con telas de diferentes colores, con zapatos perforados por debajo de tanto patear el bote, jugar a la pirinola, a las escondidas, a las cebollitas, ese niño quisiera volver a ser.
Cuanto no daría por volver a ser ese niño, que gustoso iba a la escuela, mis primeros años de estudios, pero también mis primeros años de tratar de leer y escribir, esa infancia que tanto añoro, pero que se ha ido para no volver jamás. No quisiera seguir viviendo esta vida de violencia, de rencores, de odios y separaciones, ya que la vida es corta y me gustaría volverla a vivir como un niño.
Ese niño que le tenía miedo a la oscuridad, por temor a que me saliera el Coco, o que la llorona anduviera todavía buscando a sus hijos, o que al ir al mandado me saliera el jinete sin cabeza, o que me asustaran con la mano peluda, el miedo de acostarme por la noche en la hamaca y que los chaneques me llevaran, el ver a los duendes corriendo por el patio o el caballo negro con su jinete vestido de negro y espuelas de plata, yo de verdad prefiero esa niñez.
Ya no quiero saber de violencias, ni de metrallas, nada de ejecutados mucho menos destazados, no quiero oír mensajes dejados en escenas de crimen, no quiero ver colgados, quiero alejarme de este mundo lleno de locos, porque todos buscan el poder pero nadie quiere ayudar a sus semejantes, ya se me dio vivir en este espacio tan corrompido, yo quiero ser ese niño que jugando a las marionetas daba rienda suelta a su espíritu de un gran escritor, ese niño que con una caja de zapatos, dos muñequitos y una vela, hacía una buena función de cine, ese niño que demostraba su grandeza al realizar su sueño de ser alto haciéndose unos zancos, yo quiero volver a ser ese niño que jugando a las canicas lloraba cuando se las ganaban todas, o que juntando el poco dinero que le daban, compraba sus mondongas para asistir a la revancha, ese pequeño que tuvo la dicha de conocer los buñuelos, que a pesar de medir casi un metro se iba a vender gelatinas en una vitrina quizás 10 centímetros más alta que él.
Volver a jugar al burro castigado, a las cebollitas, a los casados, al columpio, a la resbaladilla, de verdad, yo quiero volver a ser ese niño. Porque quizás viviendo en ese mundo de fantasía pueda soñar como arreglar mi entorno, porque tal vez con la inocencia de un niño, pueda dar soluciones a las personas mayores para que ya no sientan tanto temor por vivir en tanta zozobra e indecisiones, ya no quiero modernidad, porque esta vino a entorpecer la rutina de la gente que siempre pensaba en ver a sus hijos hechos unos profesionistas, porque el futuro ha superado la ficción y la ficción ha desbaratado muchas vidas.
En mi niñez, resolvíamos nuestros problemas con puñetazos, poniendo la mano enfrente del rostro del contendiente a ve si se tenía el valor de escupir, o dando de cinturonazos, no teníamos tanta maldad para agarrar un cuchillo, un machete o una arma punzocortante para hacer daño, mucho menos pensabas en las armas de fuego, nos daban pavor al solo oírlas detonar en la navidad o año nuevo, éramos seres inocentes desprovistos de tanta maldad, en la mañana salíamos mal y por la tarde nos estábamos tomando un refresco, los pleitos eran callejeros, nunca nos extralimitamos, por eso deseo nuevamente ser niño.
Y es que la maldad muchas veces la transmiten por los medios de comunicación, cuando era niño teníamos prohibido ver escenas donde se estuvieran besando, nos dejaban ver como se abrazaban, una mujer jamás salía en ropa interior, los anuncios comerciales eran con escenas campestres, hoy en día, la mayoría de las mujeres salen solo en ropa interior, pasan escenas eróticas, antes la mujer se tapaba el seno para dar de comer al hijo, hoy en día traen descubierto el pecho, se ha desvirtuado mucho la moral, no existen los valores, se han perdido, recuerdo que a medio metro antes de llegar con la tía, abuela, madrina, se le hablaba y estando juntos se le tomaba la mano y uno la ponía en la frente diciéndole: Tía, y ella nos contestaba Dios te bendiga hijo, verdad que sería fabuloso volver a ser ESE NIÑO.
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