martes, 13 de agosto de 2013
QUEDAN CICATRICES.
Viendo a mi País, en especial a la ciudad que me vio nacer envuelta en un paroxismo de tanta violencia, me da por dirigir mi mirada a mi Padre Eterno y preguntarle: ¿Ha sido tanto nuestro pecado para que nos enviaras a la más terrible de las plagas? ¿Qué tanto daño hemos hecho Señor para que nos castigues de esta manera? ¿Acaso ya no veremos mucho menos sentiremos la paz en nuestros cuerpos? ¿Seguiremos viviendo en la zozobra y en el nerviosismo de no saber que nos pueda ocurrir en el transcurso del día o de los días venideros? , pero no encuentro respuestas, no escucho a ese Dios en quien tanto he creído y que por momentos dudo que exista, ya que la gente buena sufre, llora, se lamenta y por desgracia también muere.
Todavía mi mente evoca el ruido ensordecedor de las descargas de las armas que se encargan de liquidar a personas, que quizás tengan cuentas pendientes o quizás de las que nada tienen que ver, mi familia al verme tomar muchas medidas de seguridad no me comprenden, creen que exagero cuando al salir volteo de un lado para otro, o, al verificar de que no haya nada anormal a los lados de la calle, algún carro extraño o persona que no sea del rumbo, o levantarme temprano para enterarme de las noticias, y la verdad, hasta yo mismo, ya no sé si vivo o trato de vivir.
Yo recuerdo que todavía hace poco tiempo, tenía la costumbre de salir con mi familia, para disfrutar de las bondades que la naturaleza tenía para deleite de nuestros ojos, asistiendo a las hermosas playas disfrutando del oleaje pacifico, paladeando los buenos platillos que se nos ofrecían en los comercios que ahí existían, pensar que en nuestra colonia, también disfrutábamos de los paseos nocturnos, saliendo a hacer nuestras compras y regresarnos caminando por la acera de esa gran vía, no temíamos a nada, porque todavía nada malo e inquietante habíamos presenciado, en nuestro vocabulario no existían las palabras que hoy en día ya son normales de oír, nos encontrábamos quizás en lo que siempre se hizo famoso nuestro lugar de origen, el Paraíso, un paradisiaco puerto.
A cualquier hora disfrutábamos las funciones de cine, nos subíamos al taxi con una enorme confianza en su chofer, no teníamos temor a encontrarnos en el fuego cruzado (otra frase que se ha hecho muy famosa entre los políticos) tampoco a ser victimas colaterales, por encontrarnos en el lugar y la hora equivocada, todo esto nos ha quedado arraigado en nuestro pobre organismo, somos como muertos en vida pensando que a lo mejor, ya no vivimos sino que sobrevivimos.
Al recuerdo vienen todas esas personas que por una causa u otra, ya se fueron, pensar que entre ellos se encuentran amigos, conocidos y hasta familiares, lloramos su ausencia y en ocasiones nos preguntamos ¿Por qué? , y no llega la respuesta y sin ellas nos quedan mil y miles de interrogantes que quizás sabremos descifrar, solamente podemos expresar con tristeza ¿Por qué tuvo que ser Él? , y te encuentras con mujeres jóvenes ya viudas, con niños que preguntan por sus padres, con madres que todavía le lloran a sus hijos y que nunca encontraran la respuesta que les pueda dar tranquilidad a su corazón, el que día a día se va oprimiendo por el dolor de no saber nada, y son a veces personas que no tienen la fortaleza para cargar a cuesta esta pena y en poco tiempo, también fallecen, no por alguna enfermedad, sino por el dolor de no saber vivir sin la presencia del ser querido.
Me hago a la idea de que ya pasó todo, me pongo optimista y vuelvo a la rutina, me digo a mi mismo, que ya debo de dejar todos esos malos recuerdos en el olvido, tratar de vivir mi vida en paz y en completa tranquilidad, lleno de animo a mi familia, se me olvida por unos momentos esos fúnebres recuerdos y mi boca vuelve a esbozar esa sonrisa que por muchos años me ha caracterizado, con enorme satisfacción admiro a mi familia porque ellos también ríen, bromean y dejan a un lado toda medida de seguridad. Pero pasado un corto tiempo, vuelven a cabalgar los jinetes del apocalipsis por nuestras calles, provocando hambre, muerte y desolación, y nuevamente vulve a correr por nuestro cuerpo ese ligero estremecimiento, pero rápidamente nos sobreponemos y decimos que solamente es una pesadilla que viene a revivir escenas que ya pasaron con anterioridad.
Pero esta quizás insignificante pesadilla, significa que no se vuelva a conciliar el sueño, la frente llena de sudor como si estuviésemos a 40 grados, tratamos de distraernos con algunos programas televisivos pero ya no podemos enfocar nuestra mirada en el aparato y buscamos refugio en el calor de nuestra cama, es cuando escuchamos afuera de nuestro domicilio el chirriar de autos que pasan a alta velocidad, te estremece el ulular de las sirenas de las diferentes corporaciones policiacas, seguidas del aullar de la ambulancia y allá a lo lejos escuchas disparos, pero te haces a la idea que son figuraciones tuyas, y con esa idea logras pegar tus parpados y duermes plácidamente.
Al otro día por las noticias te enteras que a escasas cuadras de tu domicilio, ajusticiaron a 3 narcomenudistas, dejando un taxi con 2 ejecutados y con unas cartulinas explicando el motivo de estas ejecuciones. De verdad, quedan cicatrices.
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