Al año siguiente de que fueron a visitar a Jesús, este viene a visitar a su mamá junto con su familia, se pasan unos días los cuales disfrutan yéndose a la playa a comer los ricos mariscos y unos cuantos coquitos, día más feliz era doña Juana, nuevamente volvía la convivencia con su hijo, esto sin saber nada el militar, el cual según por platicas obtenidas, les hablaba tanto a Chucho como a Margarita, de esas conversaciones dio cuenta a su madre cuando se encontraron, pero que seguía con ese mismo carácter autoritario, lógico, era un militar y como tal, no tienen sentimientos, se les vuelve de acero el corazón y para ellos no cuentan los sentimientos, sino la rigidez con la que tratan a los suyos, cosa muy diferente con doña Juana, la cual todavía miraba a ese gigante de casi dos metros como un niño, como a ese joven que se fue de Acapulco, para evitar una tragedia entre sus padres.
Después de haber pasado un tiempo de gozo y placer en compañía de su madre, Jesús junto con su familia vuelven a su lugar de origen, doña Juana queda nuevamente triste y nostálgica, por ella hubiese querido que se quedara su hijo con ella para siempre. Pero la vida da tantas vueltas y vueltas, que cuando más felices nos encontramos, es cuando nos siguen las desgracias, tanta felicidad parecía que iba a tener su precio, y que precio, porque quizás eran los últimos momentos que iban a disfrutar en compañía, pero en fin, sigamos metiéndonos en la vida de esta humilde personita.
En el año de 1991 dos noticias tremendas invaden a doña Juana, su hijo se enferma y no se sabe que es lo que padece, es atendido en el seguro social, le recetan demasiadas medicinas sin ningún efecto, Enrique no puede dormir, no come, no se siente a gusto ni sentado, ni parado, ha bajado unos cuantos kilos, su madre en su desesperación lo lleva con personas que curan por medio de rezos, motivo por el cual visitan: Palos blancos, xaltianguis, el treinta, etc., etc., y nadie da con su mal, el otro malestar su madre doña Emperatriz, cae enferma del dolor de una muela, por igual no se sabe cuan grande sea el daño, doña Juana se turna atendiendo a su hijo y a su mamá, pero Enrique no guarda cama, el sigue trabajando el taxi, y en ocasiones se iba a acompañar a doña Juana al poblado de Cópala (que es donde vivía doña Emperatriz), en una ocasión Enrique le pide a un doctor amigo que si lo puede acompañar a revisar a su abuelita, en compañía de doña Juana, se llevan a doña Empera a Ometepec a que le hagan unos estudios y le saquen unas radiografías, por medio de estas el doctor se entera de la verdadera enfermedad de la señora.
El doctor revela a Enrique que su abuelita tiene cáncer en la muela, es necesario remover la pieza dental, cortar el pedazo de mejilla e injertarle piel nueva, solo de ese modo podría salvarse, Enrique se lo comenta a su madre, de ahí se regresan a Cópala y le comunican a la demás familia, Enrique les expone que hay que llevarse a su abuelita a Acapulco, para que la intervengan y logren eliminar el mal, pero desafortunadamente encuentra una cerrazón y lo amenazan de que si se lleva a la señora él y su madre serán los culpables en caso de que llegue a morir, por lo tanto se regresan a Acapulco con el doctor, dejando a la abuelita, con medicinas y pastillas para que pueda soportar el dolor, Doña Juana con esta decisión, no demuestra miedo por las amenazas de su hermana, lo hace por dejar en paz a su señora Madre, cumpliendo la promesa que su madre le había arrancado: Dejarla morir en su casa, en su cama y con su gente, no había vuelta de hoja, ya se sabía el final de la pobre señora, pero el destino no se podía cambiar y menos la terquedad de algunas personas.
La niña blanca conocida como la muerte, llega un 14 de febrero de 1992 al hogar de doña Emperatriz, arrancándole la vida y llevándosela al campo ignoto del cual ya no se regresa, doña Juana se encuentra con ella y es testigo fiel de las convulsiones de muerte que tuvo su madre, el llanto es incontenible, quizás sin exagerar, fue la única hija que más se preocupó por ella, Enrique llego ese mismo día, quizás 15 minutos después de que su abuelita había entregado su alma al creador. A los 8 días de este deceso y cuando va a celebrarse el novenario, una persona ve a Enrique y le pregunta a su mamá que es lo que tiene, que está como cadáver bien flaco y pálido, ella le explica que esta enfermo pero que ningún doctor ha encontrado su enfermedad, la señora le dice: Tu hijo esta asustado, llévalo con fulana de tal, quiera o no se quiera, crea o no crea Enrique, pero es llevado con la persona de referencia. Le rezan a Enrique y cosa curiosa se alivia de su susto, que según dijo la señora, ya era viejo, dentro del dolor de haber perdido a su madre, doña Juana está feliz, ya que su hijo a la primera rezada, llegó y comió como si tuviera una semana sin hacerlo, además de que se quedó bien dormido.
Las desgracias no vienen solas, a mediados del año 92, doña Juana tiene algunos problemas de salud, casi en el mes de noviembre, mientras Enrique trabaja el taxi, dos fines de semana seguido la señora lo pone en aprietos ya que al estar en la casa esperándola, ella no llega, por lo cual salen a buscarla y la encuentran camino al departamento, según se les había olvidado las llaves y no sabía si su hijo había llegado, por lo tanto se le hizo fácil quedarse en la casa de Nicolás a dormirse, sin siquiera hablarle a su hijo, el lunes 7 de diciembre del 92, estando en el departamento ya en la noche, como costumbre de doña Juana de ponerse a fumar sus delicados en la cocina, estando Enrique en la sala viendo la televisión, oye que su madre expresa “Dios mío si me vas a llevar, hazlo ya” , Enrique se sobresalta y parándose de inmediato, le pregunta a su madre: ¿Te sucede algo? ¿Quieres que te lleve al doctor?, a lo que le contesta, no, no tengo nada hijo, ¿pero por que te expresaste así? No me hagas caso, ni yo misma sé lo que me pasa.
Pero la espina ya estaba clavada, o quizás Dios estaba enviando señales de que algo grave le iba a suceder a un miembro de esa familia, el correr de los días fue normal en plena convivencia entre madre e hijo, habremos de hacer notar que en esos días, doña Juana andando en el mercado de la laja, se resbaló y se raspó primero una rodilla, casi a los dos o tres días viene y se vuelve a caer raspándose la otra, su hijo de puro relajo le decía que ya parecía olla de peltre, toda raspada.
martes, 10 de junio de 2014
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