Pasado todo esto, esperaron a que subieran a Silvia, para conocer su verdadero estado de salud, Areli por su trabajo se tuvo que ir, los suegros de Melo se quedaron con él, cuando les dieron luz verde, fueron a ver a la flaquita, la encontraron en su cama con mucho optimismo, aunque con dolor en su vientre por la operación realizada, preguntó por su hijo, en ese momento les pidieron que la llevaran a los cuneros para que le diera de comer al niño, por lo delicada que se encontraba, la tuvieron que trasladar en una silla de ruedas, de esta manera, su suegro y Carmelo conocieron al bebé, ya que se metieron al cuarto donde estaban las incubadoras para dejar a Chivis, pero más tardaron en meterse que en sacarlos, pero gracias a Dios ya habían conocido al niño; De esta visita a su hijo, la mujer de Carmelo casi no la recuerda, de lo que si le viene a la mente, fue en el momento que le dieron al niño para que lo bañara, esto porque según palabras de ella misma, eran más los trapos que envolvían al niño que el cuerpo del mismo, es que por lo prematuro del bebé, nació pequeño (43 cm.), esto la entristecía, porque veía a su hijo débil e indefenso, eran días que se la pasaba llorando, pero también le echó muchas ganas, platicaba con el bebé, el parecía entenderla, eran sus ratos más felices de Silvia, cuando los pasaba al lado del niño.
Ya repuesta Silvia, le cuenta a Carmelo lo que realmente le sucedió cuando la encontró llorando junto a su amiga el día que la llevaron al nosocomio. Ella llegó al seguro con un problema de aborto, le cerraron el útero para dar tiempo a que ella se restableciera motivo de que iba un poco alta de la presión, pero aunado con lo dicho por el doctor de que estaba muy mal –casi diciéndole que estaba en peligro de muerte- se pone más grave, por lo cual la bajan de toco cirugía para su observación, estando ahí, la presión hace que a ella se le hinche todo el cuerpo, por lo cual el doctor en turno le dijo a Carmelo que uno de los dos se iba a salvar, ella también le comentó de la forma como sintió que le acariciaban el pelo, posteriormente en la mañana que la operaron, ella empezó a sentir mucho frío, por más que le echaran cobijas encima, ella tenía más frío, a continuación ante la mirada de su prima y de los galenos que se iban a encargar de la operación, ella empezó a convulsionarse, por lo cual decidieron trasladarla al quirófano, estando dentro del mismo, se encontraron con la dificultad de no poder con ella para aplicarle la anestesia, esto porque ella seguía temblando, la abrazaron tan fuerte, que sólo de esta forma le administraron la anestesia, pero no fue suficiente por lo cual le aplicaron otra dosis pero en el brazo, de esta manera ella misma se dio cuenta cuando la estaban abriendo (al practicarle la cesárea) y también cuando nació el niño.
Transcurrieron 21 días, en los cuales el matrimonio se la pasaba cada cual en diferentes lugares, el niño en los cuneros del seguro social, su Mamá en la casa de Vicky (hermana de Carmelo) y él en la casa de la zapata, días en que sólo se juntaban cuando al bebé se le iba a dar de comer, esto en la mañana a las 9.00 otra a las 12.00 y la última a las 4.00 de la tarde; Carmelo recuerda, un día en que tenía al bebé en sus brazos, cuando platicando con él le dijo: “Ya estuvo bien o subes de peso para que te puedas ir con nosotros o te dejo para siempre aquí en el seguro”, cosa curiosa pero ya en la tarde el doctor les comunicó que el niño se encontraba en su peso, pero quería observarlo un poco para poderlo dar de alta, pero que llevaran su ropa. Al otro día les confirma el doctor que el bebé ya se encontraba totalmente bien, por lo cual en la tarde ya saldría; Es que el problema por el cual había sido retenido en las incubadoras, es que el nene, por más que comía no subía de peso, esto extrañó a los doctores, los cuales le hicieron análisis, pero el bebé se encontraba bien, quizás la razón principal era que a él no le gustaba la luz de la lámpara que le ponían cuando estaba fuera de la incubadora, claro sin el calor él adelgazaba, eso era todos los días, se molestaba y lloraba.
Pero gracias al Altísimo, el niño se recuperó, logró su peso y se los entregaron para que se lo llevaran a su casa, fueron 21 días que el niño se la pasó en el seguro social, 21 días que el matrimonio estuvieron separados del seno familiar, en fin, todas las preocupaciones pasaron a segundo término, ahora reinaba la dicha y la felicidad en esa pequeña familia, se fueron a la colonia Emiliano Zapata, a su hogar, ahí acudieron familiares y amistades a conocer al recién nacido. A los ocho días de haber salido del Seguro, nuevamente volvió al mismo, pero esta vez para ser registrado. En la Oficialía 35 bajo el libro No. 12 con el acta marcada con el número 02382 de Centros Hospitalarios (I.M.S.S.) el 14 de mayo de 1997, se registra el niño JUAN ENRIQUE RIO PATIÑO, quién nació el 16 de abril de 1997 a las 11.00 a.m., en Acapulco, Guerrero, siendo sus padres Carmelo Río López y Silvia Patiño Radilla, sus abuelos paternos Florentino Ríos Rodríguez y Juana López García ya finados; sus abuelos maternos Efraín Patiño Serrano y Ernestina Radilla Fierro, domiciliados en Corral Falso, Guerrero, firmando como testigos: Laura Vélez Hernández y Nicolás Hernández Gallardo, de esta manera quedó inscrito el futuro ciudadano pagador de sus impuestos.
Pasada toda la alegría de tener al bebe ya en la casa, se acondiciono la recamara para tenerlo, Leticia colaboró con el Moisés, Silvia ya se había preparado con su ropita, pañales, toallas, lociones, etc., etc., de ahí a aterrizar a la realidad, que se va a hacer, se ponen de acuerdo la pareja, como Carmelo no tiene seguro social en el taxi y Silvia si lo tiene se llega al arreglo de que Carmelo dejará de trabajar para hacerse cargo del cuidado, alimentación, higiene del niño, mientras Silvia seguirá laborando en la tienda del Pelicano, así, no se perderá el servicio médico, al cual forzosamente tiene que acudir el bebe para revisión periódica, ya que como siete mesino que nació deberá siempre estar en completa vigilancia por su peso, su talla, su alimentación en fin, todo lo que necesita un recién nacido, así se gesta el fin como taxista de Carmelo.
Este niño vino a hacer más responsable a Melo en las labores dentro del hogar, por el lapso de un año, le tocó cuidarlo, bañarlo, darle de comer, lavar sus utensilios, sus pañales en fin todo lo que se hace cuando un niño está recién nacido. Carmelo recuerda que diario sacaba a Juan Enrique a su recorrido tanto matinal como vespertino, esto era después de bañarlo y darle de comer, en su carriola se iban varias cuadras de la casa a vagar, cuando su Mami regresaba ya lo encontraba dormido, cansado del paseo, fue un niño sano no enfermizo, sus males, los comunes de la niñez, el que le hicieran ojo, del humor de la gente, etc.,etc., incluso ni en el temporal del huracán Paulina se enfermó, a pesar de que no había agua purificada, sus padres la buscaban en las tiendas sólo para él, los equipos de salvación, les obsequiaron garrafones de agua, una unidad purificadora de agua vino a la colonia, recurrieron a ella para tener siempre agua para el niño, a sus alimentos jamás les falto la limpieza, el niño diario se bañaba, creció sano y fuerte, no nada más al cuidado de Carmelo, sino también al lado de su Madre, los días en que ella descansaba, se los dedicaba por completo al niño.
Casi de recién nacido acostumbraron a Juan Enrique a asistir al panteón donde se encuentran los restos de su abuelita Juana, de sus Tías Bibiana y Vicky, y hoy en la actualidad los de su abuelita Mayón; Le infundieron el respeto hacía estas personas, él sigue rezando por el eterno descanso de sus abuelitas y de sus tías, esto ha sido motivo de que las personas tanto las que venden las flores como los que se encargan del mantenimiento de las tumbas, lo conozcan, porque lo vieron desde que estaba recién nacido, para Silvia y Carmelo, los llenaba de orgullo, porque siempre les decían, lo que está creciendo el niño, lo educado que es, en fin miles de halagos a su persona, lo que nos hace sentirnos los padres más felices no de la tierra sino de todo el universo.
Un año se pasó, después de tantas penurias, de alargar el sueldo de Silvia, comiendo lo que podían, empeñaron sus alhajas, pidiendo prestado, se fue un año, el niño creció, a los nueve meses empezó a dar sus primeros pasos, pero antes a los 6 meses empezó a hablar su primer palabra fue “Papá”. Antes de cumplir los 40 días (a los 39 para ser exactos) llevaron al niño a Petatlán, a presentarlo al templo de Papá Chuy, los acompañaron Mayón y Laurita.
A los 9 meses, en la farmacia del vecino el Sr. Cirilo Molina, el niño empezó a dar sus primeros pasos, lo curioso de Juanito es que jamás gateo. Al empezar a caminar vinieron los primeros sustos, los primeros raspones, pero empezaron con las preocupaciones, que el niño ya se tropezó, que se quiere subir a la silla, por otro poco y se cae de la cama por estar brincando, miles y miles de congojas, pero superadas por la satisfacción de ver a su hijo caminar. Como la situación económica no era satisfactoria, ya que Chivis al año de nacido de Juan Enrique dejó de laborar y ella no quería que Melo trabajara el taxi, decidieron instalar una miscelánea, lo cual lograron hacer en un local que está a la vuelta de su domicilio, con lo poco que Silvia alcanzó de su liquidación, se avocaron a comprar todo lo necesario para surtirla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario